Debemos ser respetuosos con nuestros hijos pero no solo con ellos. Los niños aprenden fundamentalmente por imitación por lo que deben poder observar cómo tenemos interacciones respetuosas con aquellas personas con las que nos encontramos diariamente: amigos, conocidos, vecinos, maestros, profesores, jefes, empleados.
1. Ofrecer el mejor ejemplo de respeto entre nosotros, los padres. Cuando los hijos viven en un entorno respetuoso y tranquilo es más probable que ellos lo sean también. Los hogares donde las faltas de respeto entre los progenitores son constantes y sistemáticas generan el clima propicio para que germine la semilla la intolerancia y la agresividad en nuestros hijos.
2. Escuchar sin interrumpir sus opiniones, ellos y sus problemas son igual de importantes que los nuestros, aprendamos a escucharles.
3. Ser sinceros en nuestros mensajes, no mentirles, defraudarles ni engañarles. No hay nada que mine más el respeto y la confianza hacia una persona que sus mentiras y engaños continuados.
4. Ser amables con ellos, enseñándoles el valor de las palabras: por favor, gracias, lo siento. Pedir perdón en caso que nos equivoquemos y agradecerles su esfuerzo al ayudarnos.
5. Evitar darles todo cuanto piden en el momento que lo piden, de este modo conseguiremos evitar convertirnos en ‘padres cajeros automáticos’ o cumplidores de sus deseos. Y aunque todos queremos hijos felices, los padres debemos cumplir el rol que nos toca y saber decir que no en los momentos que es necesario, sin miedo ni temor a sus reacciones ante las frustraciones.
6. Hablarles sin gritar, los gritos no nos dan más autoridad ni credibilidad ni infunden respeto. Los gritos y las malas formas fomentan el miedo y alejan a nuestros hijos de nosotros. Los gritos son el alimento perfecto para la desobediencia y la desconsideración.
7. Corregirles de un modo positivo cuando nos contradicen. Cuando un niño nos replica o contradice hacer saber que su modo de contestarnos no es correcto. Debemos enseñar que existen otros modos de decir lo mismo sin ser agresivo, contestón o mandón. Al inicio le pondremos tantos ejemplos que sean necesarios.
8. Establecer normas o reglas de convivencia claras. Las normas o las reglas de casa ayudan a los miembros de la familia a mantener una buena convivencia. Nos ayudan a respetarnos mutuamente y facilitan la armonía familiar, como por ejemplo no interrumpir cuando mamá o papá hablan por teléfono o pedir las cosas por favor.
9. Ser coherentes y consistentes en nuestros actos para que nuestros hijos sepan que aquello que está mal lo está no solo porque tenemos un mal día si no porque es algo que no es correcto bajo ninguna circunstancia. Si una de las normas es ‘no se salta en el sofá’ no dejaremos que lo haga en casa de los abuelos, en un hotel o porque tenemos visita y no queremos montar una escena.
10. Poner límites a sus salidas de tono. Bajo ninguna circunstancia debemos permitir que nuestros hijos nos insulten aun cuando creamos que son demasiado pequeños para entender lo que dicen. Ante cualquier insulto o falta de respeto debemos ser firmes y claros, explicándoles que ese tipo de trato no se admite en nuestra familia.
En definitiva, se trata de ganarse el respeto sin imponerlo, tener autoridad sin caer en el autoritarismo y educar niños con valores tan importantes como la tolerancia, el respeto o la amabilidad.
Fuente: Guía Infantil