Hong Kong– El sábado 22 de octubre, a media mañana, el Cardenal salesiano Joseph Zen Ze-kiun concluyó los tres días de huelga de hambre, iniciados cuando la decisión de la Corte Suprema rechazó la petición de la Iglesia para la educación en las escuelas católicas.
La huelga de hambre del cardenal Zen Ze-kiun, llevada a cabo en la casa misionera salesiana, se concluyó con un reporte sobre la salud del cardenal, un breve mensaje del cardenal, un momento de oración y una sesión de preguntas y respuestas con los medios de comunicación locales, que siguieron el evento con gran interés. Estaban presentes cerca de un centenar de personas.
El reporte sanitario se hizo necesario debido a la preocupación difundida acerca de la salud del prelado, 79 años de edad, con una afectación cardiaca y otra diabética. El diagnóstico ha revelado que, sorprendentemente, durante todo el ayuno, la salud del cardenal permaneció extraordinariamente estable.
Durante los tres días de huelga ,muchas personas de diversos estratos sociales, se presentaron delante del ingreso de la casa salesiana para hacer la visita al cardenal Zen Ze-kiun: los tres Vicarios Episcopales de la diócesis, diversos miembros del Consejo Legislativo de Hong Kong, sacerdotes diocesanos y religiosos, fieles, niños y ancianos. La casa misionera salesiana agradeció a los miembros de La Comisión de Justicia y Paz de la diócesis de Hong Kong, que se tomó el honor de tutelar la seguridad y el orden durante los tres días de huelga .
En el breve discurso el cardenal se manifestó sorprendido por sus estables condiciones de salud, habiendo imaginado que la huelga le habría causado un poco de sufrimiento físico, acompañada del sufrimiento del alma que la sentencia le había causado. Él agradeció a todos aquellos que habían orado por él y a quienes para ayudarlo habían debido trabajar mucho más.
El cardenal expresó también su confianza en Dios, que ayudará a la Iglesia de Hong Kong a continuar su servicio educativo dentro de los vínculos de la nueva ley; y concluyó con una oración a Dios, invocando para todas las personas de Hong Kong un mayor y más profundo sentido de la justicia y de la solidaridad con los pobres y los jóvenes.
