(ANS – Ciudad del Vaticano) – El martes 16 de abril de 2013, el padre Pierluigi Cameroni, Postulador General de la Familia Salesiana, presentó a la Cancillería de la Congregación para las Causas de los Santos, la «Positio super vita, virtutibus et fama sanctitatis» del Siervo de Dios mons. Octavio Ortiz Arrieta.
La «Positio» tuvo como relatores a mons. José Luis Gutiérrez, quien siguió al padre Cristoforo Bove, OFM Conv. Después de su muerte fue nombrado relator el padre Zdzisław Kijas, OFM Conv., y como colaboradora la dra. Ludovica María Zanet. Un recuerdo especial va para el salesiano don Cosme Robredo, vice postulador, a quien fue confiada, en fase diocesana, la causa de beatificación y canonización de mons. Octavio Ortiz Arrieta, y a la que se dedicó intensamente hasta el final de su vida. En la fase romana de la causa en un primer momento don Cosme Robredo fue también colaborador. Para él, por razones de salud y de ancianidad, se le unió don Jorge Atarama Ramírez, SDB.
Elementos estructurales de la «Positio» – que presenta en modo crítico y profundo todo el aparato probatorio documental y testimonial sobre las virtudes heroicas del Siervo de Dios – son: una breve presentación por parte del Relator; la «Informatio», es decir, la parte teológica en la que se demuestra que el Siervo de Dios ejerce de modo heroico las virtudes cristianas; la «Summarium» con las evidencias documentales y los testigos. Después de la entrega, la «Positio» tendrá que esperar su turno para ser examinada por los Consultores Teólogos de la Congregación para las Causas de los Santos.
El Siervo de Dios mons. Octavio Ortiz Arrieta (nacido en Lima en 1879 y muerto en Chachapoyas en 1958), primer salesiano, primer salesiano sacerdote y primer obispo salesiano de Perú, se convertirá en una figura destinada a incidir profundamente tanto en la congregación de Don Bosco en el Perú, en la que, siendo muy joven, fue descrito como «una perla de salesiano», como en la diócesis de Chachapoyas, a la que dedicó 36 años de su existencia. Aquí se desarrollará su fama de santidad y de allí partirá la solicitud para iniciar el proceso de beatificación y canonización.
Encarnó fuertemente en su ministerio pastoral el espíritu de Don Bosco, hasta el punto de incluir en el lema episcopal: «Da mihi animas, cetera tolle». Fue obispo de Chachapoyas, una vasta diócesis, de primera evangelización y bastante aislada, caminando por las calles de una Iglesia «pobre» y «herida», planificando y realizando su acción pastoral con gran pasión y espíritu de sacrificio: de la pastoral vocacional al apoyo concreto a sus seminaristas y sacerdotes; de la formación catequética y humana de los jóvenes en la pastoral familiar, encontrando matrimonios en crisis o en unión libre reacios a regularizar su unión. Perseveró en la pobreza heroica, en la fortaleza evangélica y en la radical fidelidad a la diócesis de Chachapoyas, a la que se dedicó hasta el último día de su vida.