A punto de cumplirse los cuatro años del estallido de la guerra, la situación en Siria sigue siendo motivo de grave inseguridad e inestabilidad para la población. Los salesianos presentes en el país que continúan ayudando con ilusión a los más necesitados y trabajando con los más jóvenes son cuatro -tres sacerdotes y un diácono que se está preparando para el sacerdocio, además de un prenovicio.
El Inspector de los Salesianos de Oriente Medio, Munir El Rai, asegura que, a pesar de la extrema violencia que se vive, «seguimos con nuestras actividades regulares, es decir catecismo, asociaciones, encuentros educativos para los universitarios, deportes, juegos…». Cada viernes asisten a la catequesis cerca de 300 niños y niñas de primaria y secundaria. El número va en aumento, en parte porque el área del oratorio salesiano hasta ahora ha sido bastante segura en comparación con otros centros juveniles parroquiales.
Sin embargo, hace unos días la zona fue alcanzada por cinco disparos de mortero, tres de los cuales cayeron a menos de 50 metros de la escuela, matando a nueve civiles -incluyendo 4 estudiantes– y dejando más de 35 heridos.
En los últimos tres meses los Salesianos han tratado de vivir todos los eventos importantes como se debe, pero también como se puede. «Hemos celebrado la Navidad con la eucaristía, pero no en la noche, sino a las cinco de la tarde debido a la inseguridad. El 31 de enero celebramos a Don Bosco con una misa con todo el clero de la ciudad (90 personas) también ortodoxos y protestantes; y al día siguiente, primero de febrero, lo celebramos con nuestros chicos, sus padres y varios miembros de la Familia Salesiana: más de 1.200 personas», asegura el Inspector de los Salesianos.
Los Salesianos continúan con la ayuda a los jóvenes, a los niños y a las familias necesitadas, con la distribución de alimentos, ayudas económicas y becas, un servicio que llega
a muchas familias cada mes.
«La emigración está en continuo crecimiento; es evidente la falta de jóvenes entre 20 y 30 años. Ellos salen del país en busca de un trabajo, una vida digna y segura. Es un hecho muy triste, porque un país no puede crecer sin la presencia de los jóvenes» comenta Munir El Rai.
Pero a pesar de estas dificultades, la esperanza no se acaba porque los jóvenes que se quedan continúan sus vidas con mucha fuerza, coraje y voluntad de vivir. Continúan asistiendo a la universidad, a estudiar, llegan al oratorio, ayudando en las diversas actividades. «Su presencia nos da coraje y fuerza para seguir adelante».
Fuente: Misiones Salesianas