Así nació el primer programa de los salesianos de Ciudad Bosco desde Medellín en las minas de Amagá y que se llamó Operación amistad y que ahora Dejando Huellas. Los misioneros recorrían los centros de trabajo invitando a los menores trabajadores y a sus familias a participar en actividades lúdicas y recreativas con una finalidad educativa.
La población de la zona dependía y depende de la explotación de las minas de carbón, muchas ilegales y aún, hoy, artesanales. En aquellos años, la dificultad para llegar a los mantos y extraer la materia prima sólo era posible realizando un pequeño agujero en la roca por el que únicamente cabía un niño, que tenía que trabajar a destajo picando la roca y extrayendo el mineral.
En los primeros años los Salesianos crearon la Escuela para Niños Mineros en la que los menores podían continuar con sus estudios. Y con el paso de los años, las minas invirtieron en maquinaria y los menores fueron desapareciendo de ellas. Las familias empezaron a ver un problema en los estudios, ya que no entendían que sus hijos eligiesen estudiar en Ciudad Don Bosco y dejasen de aportar a la economía productiva de la familia.
Las situaciones difíciles de convivencia familiar han dado lugar a nuevos problemas como el maltrato, el consumo de drogas, los abusos sexuales y la prostitución.
En la actualidad, todos los meses, se comprueba que no hay ningún menor trabajando en las minas, aunque los misioneros se encuentran con otros problemas que vulneran los derechos del niño. “Las familias en las que viven los menores son disfuncionales, extensas, reconstituidas con padrastros o madrastras e hijos de varias relaciones y los hogares muchas veces tienen hacinamiento y no cuentan con las medidas higiénicas mínimas”, destaca Joana, una de las educadoras sociales de la Casa Juvenil.
Queda mucho por hacer con estos niños que ya no van a la mina, pero tienen carencias afectivas y sufren abusos de todo tipo. Trabajar con ellos y con las familias está dando grandes resultados a nivel académico y humano. Gracias al programa ‘Dejando huellas’ que los misioneros realizan desde hace 20 años, se pueden sembrar inquietudes, cambiar la mentalidad del trabajo por el estudio y mejorar sus pautas de comportamiento con buenas herramientas y mejores equipos interdisciplinares de apoyo.
Sin embargo, los auténticos artífices del cambio son los propios chicos y chicas, que ponen todo su empeño en salir de la pobreza y en ser los protagonistas de su propia vida.