Su diseño marcó un antes y un después de la arquitectura religiosa de la capital, ya que rompió con la tradición limeña en fachadas de templos que venía desde el virreinato, consistente en una portada retablo escoltada por dos torres. Su frente con una gran torre central (de casi 60 metros de altura, la estructura más alta de Lima hasta 1956) influyó en otros templos de la ciudad como Santa Beatriz de Lince, San Francisco de Barranco, entre otros.
Sin embargo, la importancia de este monumento religioso se originó desde su propia concepción, cuando fue diseñado para ser el templo de gratitud a Dios por el Centenario de la Independencia, a celebrarse en 1921.
En 1916 la Congregación Salesiana (fundada por San Juan Bosco en 1859 y presente en el Perú desde 1891) llamó al sacerdote y arquitecto italiano Ernesto Vespignani, residente en Buenos Aires, para que realizara los planos. Una vez concluidos, el proyecto fue entregado a Monseñor Ángel Jacinto Scapardini, Delegado Apostólico del Papa Benedicto XIV, quien lo aprobó en su condición de Homenaje Nacional por el Centenario de la Independencia del Perú. A continuación, los obispos de Trujillo, Ayacucho, Cusco, Huaraz, Arequipa y Lima, además del vicario capitular de la diócesis de Puno, se sumaron al proyecto de hacer del templo salesiano el monumento del catolicismo peruano para la fiestas del centenario.
Con el aval pontificio y del episcopado peruano, los Salesianos realizaron las colectas para el financiamiento del templo, dirigidas por el sacerdote Carlos Pane. Mediante contribuciones directas o a través del uso de la Cripta del Perpetuo Sufragio, ubicada debajo de la Basílica, la propia feligresía local y nacional financió los trabajos.
Sin embargo hacia 1920 los avances evidenciaban que probablemente no se llegaría a tener el templo listo para el año siguiente. Efectivamente, el 28 de julio de 1921, fecha central de las fiestas centenarias, el templo se encontraba inconcluso: no se habían construido las bóvedas que techarían el recinto y la torre se encontraba a menos de la mitad de la altura proyectada.
Aun así, el 30 de julio de 1921, el Templo de María Auxiliadora fue inaugurado solemnemente con presencia del Presidente de la República, Augusto B. Leguía, acompañado de autoridades civiles y eclesiásticas del país, además de representantes de misiones diplomáticas extranjeras. La misa inaugural fue presidida por Monseñor Carlos Pietropaoli, enviado del Papa para las fiestas del Centenario.
Entre 1921 y 1924 los trabajos continuaron. Finalmente, el 8 de diciembre de 1924, en medio de las fiestas por el centenario de la Batalla de Ayacucho, se inauguraron las obras concluidas del templo, también en presencia del presidente Leguía y demás personalidades. Se había cumplido con el objetivo de tener el templo listo para las fiestas centenarias.
Hoy, a casi un siglo de su construcción, la Basílica de María Auxiliadora (en 1962 recibió el rango basilical por disposición del Papa Juan XXIII) se ha consolidado no solo como un hito de la arquitectura religiosa, sino también como el principal repositorio del arte religioso del siglo XX en Lima.
En su ornamentación, confluyeron esfuerzos de artistas nacionales y extranjeros: junto a obras de pintores y escultores peruanos como Pastor Enciso, Natalicio Delgado, Miguel Baca Rossi, Raúl Franco Ochoa y el padre Jorge Mauchi Laynez, entre otros, también destacan muestras de la producción artística europea del último siglo.
Allí se custodian, junto a la imagen policromada de María Auxiliadora (Talleres Salesianos de Sarriá, Barcelona, 1921) y las campanas de bronce (Ditta Fratelli Barigozzi, Milán, 1925), obras maestras como el pavimento de mármol (Segio Vatteroni, Florencia, 1928), las seis series de vitrales (Tiroler Glasmalerei und Mosaikanstalt, Innsbruck, 1933), los catorce lienzos de los Misterios del Rosario y la historia de la devoción a María Auxiliadora (Giuseppe Cassioli, Florencia, 1934-1936), el órgano eléctrico de tubos más grande del Perú en funcionamiento (Giovanni Tamburini, Crema, 1934), el baldaquino y el altar mayor (Federico Bonetti, Pietrasanta, 1934), las puertas de bronce con relieves escultóricos de santos peruanos, salesianos y de la Iglesia (Casa Negri, Lima, 1955-1959), entre otros. A estos se sumaron las manos de los artistas que los salesianos forman en distintos lugares de la serranía del Perú, principalmente los Artesanos de Don Bosco de la Operación Mato Grosso, quienes tuvieron a su cargo varios de los trabajos de restauración del templo entre 2011 y 2016.
Es, sin duda alguna, un completo catálogo de la fe del pueblo peruano hecha arte en su segundo siglo de vida independiente (1921-2021). Además, es el único templo republicano poseedor del rango basilical en el Perú (todos los demás son templos virreinales, incluida la Catedral de Lima). No es aventurado pensar que es el mejor escenario para albergar el Te Deum del Bicentenario, el 28 de julio del 2021. Al fin y al cabo, es el principal monumento que elevaron generaciones de peruanos agradecidos por la independencia nacional al Dios de Jacob que enuncia nuestro Himno Nacional.
Bien anunció un salesiano en un escrito de 1917, cuando este templo recién incorporaba sus primeros ladrillos: “Será un monumento más duradero que el bronce, que dirá a las generaciones venideras que por aquí ha pasado una generación de creyentes y de patriotas”.
“No es aventurado pensar que es el mejor escenario para albergar el Te Deum del Bicentenario, el 28 de julio del 2021. Al fin y al cabo, es el principal monumento que elevaron generaciones de peruanos agradecidos por la independencia nacional al Dios de Jacob que enuncia nuestro Himno Nacional”.
Fuente: Perú Bicentenario