Muchas de las obras salesianas en el mundo surgen de la capacidad de observar la realidad y el mundo que nos rodea. El Hogar Don Bosco en Santa Cruz de la Sierra es uno de tantos proyectos que surgió de la observación y de la necesidad de dar respuesta a los problemas de la infancia. El 1 de noviembre de 1991, la preocupación de monseñor Tito Solari, entonces era el obispo auxiliar de la ciudad, lo llevó a buscar la forma de brindarles una atención integral a los niños abandonados y a la juventud en situación de riesgo.
Desde hace 27 años este proyecto del Hogar Don Bosco en Santa Cruz de la Sierra sigue dando frutos y entre las muchas historias de éxito que se han fraguado en él destacamos una de ellas con nombre y apellidos, la de Fermín Galarza Cardozo.
Fermín era un niño muy pequeño cuando llegó, acompañado por una historia de dolor, a los Salesianos: “Llegué al Hogar Don Bosco cuando tenía 5. Venía de pasar una situación muy triste, pues la comunidad donde vivía sufrió una inundación por el desbordamiento del río Grande”.
En muchas ocasiones, los niños que llegan al hogar ya no pueden vivir con sus familias porque son huérfanos, son muy pobres o ya no pueden ser atendidos en sus propios hogares, manifiesta uno de los encargados.
“Mis padres se separaron -cuenta Fermín- y las Hermanas Teresianas se hicieron cargo de mi hermano y de mí. Ellas se pusieron a buscar un lugar donde pudiéramos formarnos y educarnos. Así es como conocieron la gran labor del padre Octavio Sabbadin en el Hogar Don Bosco y llegue a esta casa. Me costó mucho adaptarme porque durante bastante tiempo fui el más pequeño del hogar, pero después me acostumbré y consideré el Hogar Don Bosco como mi verdadera casa”.
La vida en el Hogar Don Bosco se fundamenta en una buena educación escolar porque es la llave para que los que lleguen puedan construir su vida de forma individual y responsable y aspirar a metas mayores. Es la razón por la que existe esta obra. El mismo Fermín explica que “el Hogar Don Bosco fue un lugar donde me brindaron cariño y amor. He visto que las puertas estaban siempre estaban abiertas para quien lo necesitara y yo he encontrado una familia allí; el hogar Don Bosco fue la escuela para mi vida”.
En la actualidad, Fermín, una persona que ha logrado realizarse en la vida, vuelve la mirada atrás y, al recordar tantas experiencias y alegrías vividas, después de aproximadamente 15 años de formar parte de la gran familia que ahora es el Proyecto Don Bosco, sólo puede decir: “Gracias padre Octavio y gracias Don Bosco”.
Fuente: Misiones Salesianas