(ANS – Lima) No podemos estar más agradecidos y, a la vez, apenados por la partida del P. Ugo que nos deja un poco huérfanos. Pero sabemos que estás en el Oratorio del cielo, compartiendo con papá Don Bosco, iluminados por el rostro luminoso del Dios que tanto anhelaste y se te está revelando cara a cara.
Por: P. Manolo Cayo,
Inspector del Perú
¡Solo Dios!
Cuando en 1868 Don Bosco manda a Don Rúa como el primer Director de una casa, le entrega una carta con una serie de consejos. El primero de los consejos era “Nada te turbe”. Es el inicio de una hermosa oración de Santa Teresa que concluye con la frase “Sólo Dios basta”. Y esa es, precisamente, la primera y más luminosa de las lecciones que nos deja el P. Ugo: ¡Sólo Dios!¡Cuántas veces le habremos oído repetir ese lema inspirador! Días atrás fuimos a visitarlo con el Consejo Inspectorial y nos recibió y despidió con esa frase: “No se olviden ¡Sólo Dios!”. Era su testamento. La gran obra de su vida ha sido precisamente la que nació de este gran deseo. Creo que él ha sido tan fecundo en sus iniciativas y propuestas, porque ha vivido enraizado plenamente en el verdadero fundamento de todo: un Dios paciente y tierno que, cuando nos seduce y enamora, lo descubrimos vivo y presente en la naturaleza, en los jóvenes, en los más pobres, en los últimos.
Amor a Don Bosco y al oratorio
La segunda lección es su amor a Don Bosco y al oratorio. En uno de los tantos reportajes que le han hecho él afirma: “Tú me hablas de Don Bosco y yo abro los ojos, sonrío… ¡porque es mi padre! Seguir a Don Bosco es seguir a los jóvenes, es ir donde van los chicos”. Esto se tradujo en su constante pasión oratoriana, una experiencia que empezó a gozar en su familia y en sus primeros años de salesiano, pero que se foguearía especialmente a partir del año 1955.
Ese año el Arzobispo de Milán, Giovanni Batista Montini (hoy, San Pablo VI), desafió a los salesianos a ver si el Sistema Preventivo y el Oratorio “funcionaban” entre los jóvenes más difíciles, los de la cárcel juvenil de Arese. Los salesianos recogieron el guante y aceptaron la invitación de este gran pastor. Entre los primeros salesianos que llegaron a ese “Reformatorio” estaba el P. Ugo, que se había ordenado de cura sólo tres años antes (1952). “Los años de Arese –afirmaba– fueron duros, desafiantes y hermosos, una verdadera escuela del espíritu oratoriano, donde descubrí aún más todas sus posibilidades y riquezas”. Allí estuvo más de 20 años, siendo parte de una experiencia comunitaria de inserción en el más desafiante mundo juvenil, convocando a muchos laicos y con un estilo plenamente salesiano.
En esos años también fue nombrado encargado de los Oratorios de los Salesianos de Lombardía, implicando, animando y formando a un gran número de jóvenes animadores que se iban entusiasmando con este corazón “locamente oratoriano”. A varios de estos jóvenes los desafió a vivir la experiencia del servicio oratoriano más allá de las fronteras, para ayudar en concreto a un amigo suyo –don Pietro Melesi– que se encontraba de misionero en Brasil. Así nace, en 1967, la Operación Mato Grosso: obra que conocemos muy bien.
Capacidad de convocar
El origen y desarrollo de la OMG me revela su tercera lección, que es su capacidad de convocar, de trabajar codo a codo con los laicos, de generar una experiencia de comunión y servicio gratuito y generoso, convocando a muchísimos jóvenes en un proyecto misionero-oratoriano. Se adelantó al hermoso tiempo eclesial que estamos viviendo donde compartimos carisma y misión con los laicos. Él ha sabido coordinar sin imponer, acompañar sin manipular, ofrecer a cada uno la posibilidad de dar lo suyo en un proyecto global e integrador al servicio de los últimos y desde diferentes ámbitos. De esa forma estallaron las iniciativas y “locuras” del P. Ugo y la OMG, que se fue expandiendo también por Bolivia, Ecuador y Perú.
Dejarse interpelar siempre por el grito de los más pobres
Casi diez años después de iniciada esta experiencia, en 1976, el P. Ugo necesitaba un poco de reposo, un lugar tranquilo y sereno donde poder vivir su tarea pastoral en medio de los más pobres. Así llegó a Chacas, una pequeña parroquia en medio de los Andes, rodeado de sus tan queridas montañas. Allí pensaba pasar unos años tranquilos y de retiro. Pero, al llegar, quedó impactado de la pobreza y el olvido de ese pueblo, su corazón una vez más reaccionó con una compasión activa y emprendendora. Y en esa periferia la OMG tomó otro impulso en nuevos espacios y proyectos: allí nacen los artesanos Don Bosco con sus talleres y escuelas de arte, el Oratorio de los Andes, la Cooperativa Don Bosco, los Institutos Tecnológico y Pedagógico Don Bosco, el Taller y Cooperativa María Auxiliadora, el Hospital “Mama Ashu”, el Instituto de Enfermería, la Casa Albergue para pacientes, las Casas de acogida para muchachos, los refugios de alta montaña, las ermitas y casas de retiro, las obras de forestación, las centrales hidroeléctricas, la construcción de gran cantidad de viviendas para los más pobres, la restauración y construcción de iglesias… y la lista sigue. Ésta es precisamente la cuarta lección que nos deja el P. Ugo: dejarse interpelar siempre por el grito de los más pobres y reaccionar de manera generosa y creativa, confiando en tanta gente de buena voluntad y en la presencia del Señor que nunca lo abandona. Esta última certeza la plasmó en una de sus canciones que hemos entonado hoy: “Al contemplar los Andes, me pregunto: ¿De dónde viene? ¿Quién me ayudará? … Vendrá, vendrá la ayuda, confía en tu Señor, confía en Él”.
Las dificultades las sabía convertir en auténticos desafíos. Ya al final de sus estudios teológicos tuvo que posponer tres años su ordenación sacerdotal por una dura enfermedad que lo postró en cama y lo obligó a un prolongado reposo absoluto. Lo que podría haber significado el comienzo del fin, se convirtió en el inicio de todo. Esa experiencia del límite, de la inutilidad, en vez de abatirlo lo abrió a una gran confianza: no en sus fuerzas, sino en la de Dios: ¡Sólo Dios!
Desde esta casa de “Mamá Auxiliadora” de Lima (sus restos fueron velados en este Santuario) – que tan bien han embellecido tus hijos– comienza una peregrinación hacia la casa de “Mamá Ashu” en Chacas, donde serás sembrado. Porque, como dice San Pablo, nuestros cuerpos son sembrados esperando el fruto nuevo de la resurrección. Te convertirás en grano que se entierra para seguir dando fruto, serás como una hermosa semilla del maíz andino más valioso que Dios quiso poner entre sus hijos más pobres. Y desde Chacas, seguirás invitándonos a confiar, a arriesgarnos y a vivir impulsados por el corazón entregado, loco y creativo del buen pastor, con estilo salesiano.