Queridos amigos y amigas lectores, les saludo, como cada mes, muy cordialmente, agradeciéndoles que me acompañen en este saludo inicial y en todo lo que compartimos. Por medio del Boletín Salesiano Don Bosco quería dar a conocer el bien que se hace en las casas salesianas, y también de modo muy particular en las misiones salesianas, así como también pretendía que fuesen muchas las personas que quisieran ayudar en la realización de esta misión entre sus muchachos.
Yo hoy quiero compartirles una sencilla reflexión a partir de dos hechos que he vivido en respectivas visitas. Y el protagonista en los dos casos es: UNA ESTOLA.
Ciertamente he de comenzar aclarando que es una ESTOLA, puesto que no todos los lectores estarán familiarizados con este término que tiene que ver con las ropas litúrgicas. La estola es un distintivo que se pone el sacerdote, detrás de su cuello, que cae hasta la cintura y que representa, justamente, lo que significa su consagración como sacerdote para servir al Pueblo de Dios.
Pues bien, son tres las estolas que me han regalado con mucho significado.
La primera me la entregaron en la fiesta de María Auxiliadora, el 24 de mayo en Valdocco. Se trata de una preciosa estola, bordada a mano con un hilo dorado hermoso, realizada en cientos de horas de trabajo. Una devota de María Auxiliadora y de Don Bosco quería que yo la llevase en la Eucaristía y en la gran Procesión de María Auxiliadora de aquella tarde-noche. Estaba elaborada con sacrificio, en la pobreza, con tanta generosidad y tanto Amor a la Virgen. Y ciertamente celebré la Eucaristía con esa estola, y recé en la procesión con dicha estola, y ofrecí toda la oración por los miles y miles de personas que allí estaban, y en particular por esta mujer (a la que no llegué a conocer, puesto que la entregó de modo anónimo), cuyo corazón rezumaba Amor a la Auxiliadora y Fe.
La segunda estola la recibí en Damasco (Siria), en una tarde en la que cientos de muchachos y muchachas estaban en el oratorio; en una tarde en la que celebramos la Eucaristía también con jóvenes animadores universitarios (eran más de 100); en una tarde en la que al final de la Eucaristía, cuando creíamos que la paz estaba más cerca, en el momento de soltar una paloma blanca para que en libertad nos hablar de paz, no muy lejos de ahí caían morteros. Pues bien, en esa tarde, esos jóvenes animadores, maravillosos, de profunda mirada y Fe muy interiorizada me regalaron una hermosa estola en la que por detrás tiene cosida un bordado en lengua árabe que dice: “no te olvides de nosotros cada vez que celebres la Eucaristía”.
Y la tercera estola la recibí hace un mes, en la visita a Brasil, zona de Matogrosso. En un encuentro con jóvenes, un educador me entregó una estola que tiene escrita por detrás con letra en tinta imborrable los 56 nombres y apellidos de los muchachos que están en la casa salesiana. Pero no son muchachos con una historia cualquiera. Son muchachos de los que en otro tiempo se llamó correccional, son muchachos privados de libertad, con medidas diversas a causa de algún delito y que después de un juicio nos han sido confiados. Ellos, que no pudieron venir al encuentro, me hicieron llegar su estola pidiéndome que no les olvidara y que también ellos me recordarían .Puedo asegurarles que todos los días los tengo presente en la Eucaristía.
Y es que, creo profundamente en estas sintonías, en esta comunión de corazón. Creo profundamente en la oración, en especial la que hacemos por otras personas. Es una expresión de Amor, la de rezar por otras personas, conocidas o desconocidas pero que habitan en nuestros corazones en el momento en el que las evocamos. En estos años he entendido con mucha más claridad el por qué de la insistencia de nuestro Papa Francisco en que recemos por él.
Y hoy quiero dejar testimonio del gran valor de estas tres estolas.
Quiero dejar constancia del gran valor de todo encuentro humano, sea más extenso en el tiempo o más breve, sea más intenso o más leve. Si es encuentro humano siempre es especial y hemos de hacer que sean especiales. Nos irá mucho mejor en la vida si lo vivimos así.
Quiero dejar constancia de como la Fe muevo corazones y voluntades. Lo veo por todas partes en mis viajes por el mundo salesiano.
Quiero dejar constancia de que cada vez entiendo mejor lo que Don Bosco les decía a sus muchachos de Valdocco cuando escribiéndoles una carta al estar lejos de ellos les llamaba ladrones. Sí, así les decía: sois unos ladrones, para seguidamente añadir, ‘porque me habéis robado el corazón’.
Es bellísimo sentir que el corazón puede ser robado con tanta gratuidad y de modo tan oblativo, buscando tan sólo el bien de las personas.
Bendiciones para todos. Les prometo que la próxima vez que me ponga alguna de estas estolas les recordaré al pensar que les compartí el profundo significado que tenían para mí.
Fuente: Agenzia Info Salesiana