El P. Martín Lasarte, SDB, uno de los participantes al Sínodo de los Obispos para la región Panamazónica, indica algunos de los tantos puntos significativos, del documento post-sinodal: «Querida Amazonía».
«En este documento en el cual su Santidad nos comparte sus 4 sueños sobre la Amazonía: un sueño social, que luche por los derechos de los más pobres y de los pueblos originarios; un sueño cultural, donde brille la belleza de las culturas amazónicas; un sueño ecológico, que custodie celosamente la hermosura natural; y un sueño eclesial, donde las comunidades cristianas sean capaces de entregarse e inculturarse.
El aire que se respira en el documento es más contemplativo que técnico y moralista. De hecho, la poesía atraviesa la exhortación apostólica citando a diversos poetas y escritores, sea del ámbito eclesial como secular, entre tantos: J.C. Galeano, Vargas Llosa, Casaldáliga, Sui Yun, Vinicius de Moraes, y nuestro hermano experimentado misionero salesiano en la Amazonía de Venezuela: P. Ramón Iribertegui y su obra “El hombre y el caucho” (nota 12).
En cuanto salesianos somos sensibles al tema juvenil. El documento los tiene presente, cuando analiza lo inadecuado de muchos programas educativos a ellos dirigidos. Precisan de una educación adaptada que desarrolle sus capacidades y los empodere. La educación por otra parte es un aspecto fundamental para la ecología integral. Invita a los jóvenes, particularmente a los indígenas, a “hacerse cargo de sus raíces, porque de las raíces viene la fuerza que los va hacer crecer, florecer y fructificar” (n.33). Habla de los jóvenes emigrantes en las urbes amazónicas, que esperan la acogida y la caridad de las comunidades cristianas que los prevengan de las diversas redes de degradación. Los jóvenes, así como toda la Amazonía precisan del kerygma, el anuncio apasionado de Jesucristo (n. 64)
Muy ligado al tema juvenil está presente el delicado tema vocacional. Como se sabe existía, por parte de algunos e incentivado por los media, la expectativa de la ordenación sacerdotal de hombres casados. La sensibilidad católica del documento consiste en considerar el sacerdocio no apenas como una función, una delegación, sino como una vocación, una identificación con “Cristo cabeza” que lo hace ministro de la Eucaristía y la Reconciliación. Frente a la falta de sacerdotes el Papa interpela a los obispos al sentido misionero de enviar sacerdotes a la Amazonía, de rezar por las vocaciones, de formar pastores misericordiosos, sensibles y capaces de diálogo con las culturas amazónicas (cf. 85-90). Los sacerdotes junto a los diáconos, religiosos, religiosas, laicos, laicas, animados por el Espíritu, deben compartir la misma pasión misionera en una iglesia marcadamente laical (cf. 91-95).
Muchos otros temas merecen una rica profundización que no es posible aquí: como derechos humanos, pueblos originarios, cuidado de la casa común, depredación, migraciones, trata, ciudades, inculturación, piedad popular, ministerialidad, Eucaristía y Reconciliación, el protagonismo de la mujer, el ecumenismo».