«El futuro de la Unión Europea depende no sólo de la economía y las finanzas, sino también del desarrollo de un espíritu común y una nueva mentalidad». Por ello, la crisis generada en Europa por el coronavirus «es una oportunidad espiritual para la conversión», durante la cual «no debemos limitarnos a dedicar todos nuestros esfuerzos a volver a la vieja normalidad, sino que debemos aprovechar esta crisis para lograr un cambio radical para mejorar». Lo escriben los presidentes de las Conferencias Episcopales de los países de la Unión Europea, a través de la COMECE, en un mensaje dirigido a las instituciones europeas y a los estados miembros.
Salvarnos permaneciendo juntos
Al principio de la pandemia, los países europeos reaccionaron “con temor”, cerrando las fronteras internas y externas, y algunos incluso se negaron a compartir entre los países los suministros médicos que más se necesitaban. Todo el proyecto europeo parecía estar en peligro. Sólo al darse cuenta, como dijo el Papa Francisco, «de que estamos en el mismo barco y de que sólo podemos salvarnos a nosotros mismos si permanecemos junto», la UE, «con una renovada determinación «, «comenzó a responder de forma conjunta a esta dramática situación», redescubriendo así el espíritu de los Padres Fundadores, convencidos de que Europa se forjaría con sus crisis.
Repensar el modelo de globalización
Este momento, afirman los obispos europeos, nos obliga a replantearnos la reestructuración del modelo actual de globalización, para garantizar el respeto del medio ambiente, la apertura a la vida, la atención a la familia, la igualdad social, la dignidad de los trabajadores y los derechos de las generaciones futuras. Temas en los que las encíclicas del Papa Francisco «Laudato si'» y «Fratelli tutti» y los principios fundamentales de la Doctrina Social de la Iglesia pueden ser una guía.
Solidaridad más allá de Europa
Entre ellas se encuentra, en primer lugar, la solidaridad, «centro del proceso de integración europea», que, dicen, mucho más allá de las transferencias internas de recursos para las políticas de cohesión, debe entenderse como el “actuar juntos” y como “estar abiertos para integrar a todos”, especialmente a los marginados. Esto para los obispos significa que la vacuna para el Covid-19, una vez disponible, debe ser accesible a todos, especialmente a los más pobres. Al igual que para Robert Schuman la Europa unida presagiaba la solidaridad universal, los prelados destacan a continuación la responsabilidad particular del Viejo Continente en el desarrollo de África, pidiendo “el incremento de la ayuda humanitaria y la cooperación para el desarrollo y la reorientación de los gastos militares hacia los servicios sanitarios y sociales”.
Acogida de migrantes
Un enfoque que debe extenderse “con urgencia” a los refugiados que viven en condiciones inhumanas en los campos y están seriamente amenazados por el virus. Una solidaridad que significa no sólo “la financiación”, sino también la apertura de las fronteras de la Unión Europea de forma proporcional, por parte de cada Estado miembro. Si bien se distinguen varios tipos de migración y se tienen en cuenta las cuestiones de seguridad, existen de hecho «principios, valores y obligaciones jurídicas internacionales que siempre deben ser respetados», que son «la base de la identidad de Europa y tienen su origen en sus raíces cristianas». La recomendación en este sentido es facilitar «vías seguras y legales para los migrantes y corredores humanitarios para los refugiados».
Libertad de religión y signos de esperanza
Para la Iglesia, en muchos de los Estados miembros, es crucial «el respeto de la libertad de religión de los creyentes, en particular la libertad de reunirse para ejercer su libertad de culto, respetando plenamente los requisitos sanitarios». Tanto más porque, como subrayan los obispos, «las obras de caridad nacen y se arraigan también en una fe vivida». La esperanza es que podamos salir de la crisis más fuertes y fortalecidos en solidaridad. En este sentido, los obispos señalan los muchos signos que nos abren a la esperanza. «Desde el trabajo del personal sanitario, y el de quienes cuidan de los ancianos, hasta los gestos de compasión y creatividad de las parroquias y comunidades eclesiales». «Muchos en estos difíciles meses, han tenido que hacer considerables sacrificios, renunciando al reencuentro con sus seres queridos y estando cerca de ellos en momentos de soledad y sufrimiento, y a veces, incluso, de su fallecimiento».
El compromiso de los obispos
De este modo, la Iglesia reafirma su compromiso al lado de las instituciones europeas y de los Estados miembros para construir un futuro mejor y el apoyo a las iniciativas que promueven los auténticos valores de Europa. Valores fundadores «de solidaridad, libertad, inviolabilidad de la dignidad humana, democracia, estado de derecho, igualdad y defensa y promoción de los derechos humanos». La esperanza es redescubrir el espíritu de los padres fundadores. Es de esperar, dicen los obispos, «que el plan de recuperación del Covid-19 y el plan reforzado del presupuesto de la Unión Europea para 2021-27”, acordados en la reunión del Consejo Europeo en julio, y actualmente negociado entre el Parlamento Europeo y el Consejo, “reflejen este espíritu”.
Fuente: Vatican News