El diácono Peter Nguyen Khanh es un salesiano vietnamita que desde hace 12 años trabaja en África como misionero «Ad Gentes». Sirve en la Visitaduría salesiana «María Auxiliadora» de Zambia, Malawi, Zimbabwe y Namibia (ZMB) y hoy comparte su experiencia.
¿Qué es lo que te hace feliz como misionero salesiano «Ad Gentes» en África?
Estoy feliz ante todo porque la Exhortación apostólica postsinodal Ecclesia in Africa de san Juan Pablo II ha entrado en mi vida. Admito que cuanto más leo y medito, más comprendo que mi vida es para África. Por eso, como salesiano misionero Ad Gentes en África, he encontrado aquí mi verdadero hogar, el lugar donde puedo llevar la paz de Cristo, nuestra esperanza; y con Don Bosco, reafirmo mi predilección por los jóvenes «pobres, abandonados y en peligro», que tienen una gran necesidad de buenos samaritanos para ayudarlos.
¿Qué ha aprendido en 12 años de la juventud cristiana africana?
Creo que he aprendido muchas cosas de ellos: su compromiso, su sacrificio, su felicidad incluso cuando enfrentan muchas dificultades. Siempre mantienen la esperanza y el optimismo, porque nunca pierden la esperanza en Dios.
Hoy Ud. es Maestro de los Prenovicios. ¿Cómo vive este encargo?
En 2017 el Superior de ZMB me pidió disponibilidad y, aunque estaba lleno de dudas y ansiedades e inicialmente quise negarme, al final acepté. Desde 2018, estoy en Lilongwe y he descubierto que mi mayor alegría es sentirme bienvenido. Con la ayuda de Dios a través de la comunidad, hemos comenzado bien el prenoviciado y puedo decir que estoy muy seguro y feliz de compartir mi vida religiosa con los prenovicios: amo lo que hago y lo hago con el corazón y siempre creo que lo que Dios comenzó, Dios lo completará: yo solo soy un instrumento en sus manos.
¿Qué desafíos tuvo que superar como misionero Ad Gentes?
Han sido muchos: culturas, comidas, idiomas… Y para mí lo más exigente fue la mentalidad de la gente. Al principio ni siquiera sabía dónde estaba la Visitaduría ZMB … Y me preguntaba, «¿Cómo voy a sobrevivir?». Pero luego recordé las palabras del entonces Consejero General para las Misiones, el padre Václav Klement: «Sin amor no podemos hacer nada, pero si hay amor en nosotros, todo se vuelve posible».
Por eso hoy pienso que fue el amor lo que me ayudó a levantarme y superar los desafíos hasta ahora, por eso le confié todos mis desafíos a Jesús, para emprender los nuevos caminos que él me muestra.