Hace aproximadamente un año, la Inspectoría salesiana de Filipinas Sur (FIS) firmó un acuerdo con las autoridades sanitarias locales para que su casa de retiros esté disponible en Lawaan, cerca de Talisay City, como centro de alojamiento temporáneo para los profesionales de la salud empeñados en el cuidado de pacientes con Covid-19. El 10 de mayo la casa salesiana concluyó este servicio, pero los que se han alojado allí no olvidan cómo fueron recibidos y qué encontraron allí.
Los trabajadores sanitarios en «primera línea», además del cansancio inherente a su trabajo, del miedo que sintieron personalmente de contraer el virus, también enfrentaron durante meses la desconfianza de los vecinos, quienes temían que pudieran vehicular el contagio, incluido el tener que aislarse de sus propias familias para protegerlas.
En la casa salesiana encontraron un refugio seguro, dice Chester B. Hamoy, exalumno y enfermero salesiano: “Durante los primeros meses, estaba muy asustado y confundido por los cambios repentinos… Además, también temía por mi familia. Por eso decidí buscar un lugar para quedarme”.
En la casa salesiana, sin embargo, encontraron no solo un lugar donde alojarse en condiciones de seguridad, sino sobre todo una comunidad de apoyo que les ayudó a afrontar los desafíos psicológicos y espirituales de la pandemia.
“El trabajo fue realmente muy estresante y tenía -continúa Chester- mil pensamientos en mi mente. Pero me sentí bendecido cuando estuve aquí. Asistir a misa todos los días me hizo olvidar mis preocupaciones personales durante al menos una hora. Antes no era asiduo a las prácticas religiosas, pero aquí tuvimos la suerte de tener al padre Eugene con nosotros. El apoyo que me brindó me ayudó no solo espiritualmente, sino también mental y psicológicamente”.
De hecho, el padre Eugene Maglasang, SDB, es el salesiano que se ofreció como voluntario para estar con los trabajadores de la salud en la casa de Lawaan. Les ofreció lo mejor que puede dar un salesiano: el don de la presencia. Celebró misas, les hizo participar en las comidas y, a su debido tiempo y con la debida atención, incluso organizó un retiro en las montañas del sur de Cebú.
Así, mientras la pandemia fomentaba el aislamiento y la separación, ocurrió un milagro en el frente de la lucha contra el virus: ellos empezaron a vincularse y apoyarse como comunidad. Después de un duro día de batalla contra la pandemia, encontraron un hogar y una comunidad a la que podían ver como su familia temporánea y un lugar donde regresar todos los días.
“La pandemia continúa arrasando en todo el mundo. Sin embargo, todavía hay mucha esperanza, también gracias a personas como la enfermera Chester, que vive su profesión como vocación. Pero incluso los héroes de la lucha contra Covid-19 son seres humanos. Necesitan nuestro apoyo y nuestras oraciones”, concluyen los Salesianos de la FIS.
Fuente: Agenzia Info Salesiana