La religiosa Gloria Cecilia Narváez que estuvo casi cinco años secuestrada en Mali fue liberada por sus captores el 9 de octubre pasado, gracias a un esfuerzo combinado de gobiernos y la oración sostenida de miles de fieles en el mundo.
El sostén de la oración en los momentos de soledad
“Durante los 4 años y 8 meses de mi cautiverio, lo que más me hizo sufrir fue el momento en que fui separada de las otras personas que estaban secuestradas y quedé sola frente a los grupos”, afirma la hermana Gloria Narváez.
Por otro lado, “Lo que más me fortificó fue la fe, la oración, porque en todo momento recitaba los salmos y tenía gran confianza en Dios, en que todas las personas oraban y se unían espiritualmente a mí”.
En el momento de separación, de vivir la violencia del secuestro, relata la religiosa que “me sentía fuerte y no tenía miedo por lo que tal vez me venía, sino que me sentía fuerte y sabía que Dios me sostenía, que la Iglesia entera y en el mundo entero oraban por mí”.
Liberación de la hermana Narváez, secuestrada en Mali
Fueron cuatro años y ocho meses en los que la hermana Narváez convivió con sus captores y califica la relación con ellos de “mucho respeto y de oración por cada uno de ellos”. En esas condiciones tuvo que obedecer y respetó los momentos de oración de ellos, lo que le permitió generar buenas relaciones humanas con ellos, subrayó.
Aunque esto suavizó las relaciones interpersonales, también la religiosa sintió cierta discriminación por ser religiosa y por ser católica, pues subrayaban la primacía del islam.
Temor por la vida y la seguridad que nos viene de Dios
Preguntada si alguna vez sintió temor por su vida, Narváez respondió: “desde el momento en que entraron a la casa sabía a lo que me exponía. Cuando me llevaron estaba dispuesta a correr todos los riesgos. Tenía mucha confianza en Dios. Yo dije lo que sea, lo que sea, porque estaba dispuesta a entregar mi vida”.
La hermana Narváez expresa que sintió mucha confianza en Dios, especialmente cuando recitaba los salmos. Recuerda los momentos en que podía caminar por el desierto y observaba “la grandeza de la creación, el sol que salía por la mañana, los camellos que caminaban por las montañas de arena. En todo momento me unía y sentía esa gran seguridad en Dios”.
La presencia de la familia durante el cautiverio
La madre de la hermana Narváez falleció durante su cautiverio, noticia que recibió después de ser liberada. Sobre este hecho dijo que presentía que algo podría pasar, pues su mamá era mayor de edad y temía que cuando regresara no la encontraría.
Desde el lado de la familia, siempre sintió cercanía, al igual que desde la congregación. Recuerda comentarios de algunas personas que visitaban a sus familiares que decían: “estamos orando por Gloria, ella va a tener su libertad, confiemos en Dios”.
Finalmente sintió la experiencia de la liberación “en el momento en que llegué a Bamako y fui a la casa del presidente y me encontré con el cardenal Zerbo, con el presidente, con el ministro de cultura y de religiones, en ese momento, vi que era libre”.
¿Qué pensamientos vinieron a usted cuando fue liberada?
“Primero, agradecerle a Dios de todo corazón. Siempre repetía: No hay un Dios tan grande como nuestro Dios, lo que quiere lo hace en el cielo y en la tierra. Siempre repetía: el Señor es mi luz y mi salvación. Estaba tan agradecida con el Señor que fue posible mi libertad”, dice la hermana Gloria.
“No hay un Dios tan grande como nuestro Dios, lo que quiere lo hace en el cielo y en la tierra. Siempre repetía: el Señor es mi luz y mi salvación.”
Dios se los pague
Seguidamente añade sus agradecimientos a las autoridades de Mali, al gobierno italiano, a su inteligencia y a los gobiernos extranjeros, al Cardenal Zerbo, al Papa Francisco, quien la saludó durante la misa de apertura del Sínodo para la Sinodalidad, y a “todas las personas que trabajaron para que yo obtuviera mi libertad”. También agradeció al pueblo Miñanca, en Carangazo “que oraba y se unía desde su cultura a mí”.
La misión en Mali
Gloria Narváez ahora está libre, sin embargo, echa una mirada hacia atrás y desde la lejanía mira a la cultura Miñanca: el centro de salud, el trabajo de promoción para las mujeres, la formación por dotarlas de herramientas que les permitan una vida mejor, no ser discriminadas y así puedan salir de la pobreza con sus familias. La misión debe continuar.
Fuente: Vatican News