La mañana del sábado 30 de octubre en la Basílica de Santa María de Tortosa, España, el Cardenal Marcello Semeraro, Prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, presidió la misa de beatificación de Francisco Cástor Sojo López y tres compañeros, a saber: Millán Garde Serrano, Manuel Galcerá Videllet y Aquilino Pastor, todos ellos mártires de la guerra civil española del siglo XX.
Quien pierde su vida por Cristo, la vuelve a encontrar en él
Con el título de “Quien pierde su vida por Cristo, la vuelve a encontrar en él”, el Cardenal Semeraro comenzó su homilía afirmando textualmente que el Señor decía a todos:
“‘El que quiera venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo, tome su cruz cada día y me siga’. La palabra de Jesús, que hemos escuchado juntos, es perentoria y clara, no deja lugar a trucos. Entre sus discípulos, se dirige a todos, sin excepción. No al más valiente, al mejor, al más santo… No. A todos. Evadir esta palabra, o mitigarla, sería negar al Maestro. Sin embargo, no es una imposición”
Elección libre
En efecto el Purpurado hizo hincapié en que el Señor dice “si alguien quiere”, por lo tanto, “debe ser una elección libre”, de donde surge la pregunta de cómo hacerlo, de qué manera realizarlo. “Reniegue de sí mismo”, respondió el Cardenal, ya es “una primera y exigente condición, que no significa repudiar lo que se es, sino lo que se ha llegado a ser a causa del egoísmo, del interés propio”.
Tras recordar que San Agustín decía «no seas tú tu propia vida», o cuanto observaba, por su parte, San Gregorio Magno: «Puede que no sea difícil para el hombre renunciar a sus propiedades, pero lo más difícil es, precisamente, negarse a sí mismo”, agregó al respecto:
“De hecho, es un sacrificio menor desprenderse de lo que se posee: la dificultad extrema reside en el desapego total de lo que se es”
Jesús habla de una cruz que debemos asumir
Asimismo, añadió que inmediatamente después, el Señor habla de una cruz que hay que asumir. Y con la “visión del Gólgota” que surge en nuestra memoria de creyentes, se refirió al caso de María, la Madre “que avanzó en la peregrinación de la fe y conservó fielmente la unión con su Hijo hasta la cruz, donde, no sin designio divino, se mantuvo», tal como lo recuerda el Concilio Vaticano II en Lumen gentium, 58.
El Cardenal Semeraro destacó que Jesús llevó su cruz una sola vez, y como dio su vida en ella, tiene un valor eterno. Mientras nosotros, para completar el camino de la cruz del Señor en nuestra vida, necesitamos retomarla cada día y retomar cada día nuestro camino de seguimiento. De hecho: «El camino en Dios es una cruz diaria. Nadie sube al cielo con facilidad», dijo Isaac de Nínive en sus Discursos ascéticos.
Tomar la cruz cada día
Por esta razón debemos tomar la cruz cada día, y con las palabras del Papa Francisco a la hora del Ángelus del 3 de septiembre de 2017, agregó que la tentación es siempre «la de querer seguir a un Cristo sin cruz, es más, enseñar a Dios el camino correcto, como Pedro: “No, no Señor, esto no pasará nunca”. Pero “Jesús nos recuerda que su camino es el camino del amor, y no hay verdadero amor sin sacrificio”.
“Estamos llamados a no dejarnos absorber por la visión de este mundo, sino a ser cada vez más conscientes de la necesidad y el esfuerzo que supone para nosotros, los cristianos, caminar a contracorriente y en salida”
Ejemplo de los nuevos beatos sacerdotes operarios diocesanos
De los nuevos beatos el Purpurado dijo en su homilía que “aceptaron esta enseñanza de Jesús con el corazón abierto y la hicieron realidad en sus propias vidas”. Recordó que eran sacerdotes y que, “aunque procedían de diócesis diferentes, estaban unidos no sólo en la fraternidad sacramental, sino también en la de los Sacerdotes Operarios Diocesanos, y por ello se dedicaron especialmente a la promoción y formación de las vocaciones sacerdotales”.
“No buscaban el martirio, porque uno no busca el martirio, sino que lo sufre. Pero cuando llegó el momento de dar su testimonio de Cristo con la sangre, no lo rehuyeron y abrazaron su cruz con amor. Así, tres de ellos, como el líder, el beato Francisco Cástor Sojo López, sufrieron la muerte por asesinato y uno, el beato Millán Garde Serrano, soportó la tortura con una actitud de perdón hacia sus verdugos y con confianza en el Señor”
Al considerar el martirio de estos beatos, el Cardenal Semeraro aludió a algunas expresiones de San Juan Pablo II, quien dijo que «el martirio es la prueba definitiva y radical, la mayor prueba del hombre, la prueba de la dignidad del hombre ante Dios mismo”. “Una prueba en la que el hombre, ayudado por el poder de Dios, sale victorioso”.
Y concluyó con la conocida frase de Jesús: “Quien quiera salvar su vida la perderá, pero quien pierda su vida por mí la salvará”.
Fuente: Vatican News