Para este cuarto día de novena en honor a nuestra madre Auxiliadora, el padre Pablo Medina nos impulsa a ser portadores del evangelio de la alegría que es el evangelio de la vida, que esta dicha se la estamos debiendo al mundo que cada vez está buscando sucedáneos que se lo den, modernas drogas que se lo den, que está cada vez más superficial para no tocar el fondo oscuro de su lejanía de Dios.
Le hemos quitado la alegría a nuestras celebraciones. Muy solemnes, pero tristes. Hemos perdido la alegría de creer. Hemos subrayado tanto el drama de la cruz que olvidamos que la base de nuestra fe es la alegría de la pascua y la resurrección. El dolor nos enseña. Nadie lo puede dudar. El dolor es inevitable, el sufrimiento es opcional.
Confundimos risa con alegría con mucha facilidad y solemos perder momentos de alegría. Pensamos que la suma de risas compone la alegría.
Es simple: ¡Jesús quiere que yo sea feliz! Yo me doy cuenta de que lo que está en juego no es superficial, sino que es una felicidad que viene de la alegría de “estar en el lugar correcto” – en la relación correcta con Dios, con los otros, conmigo misma. La alegría es la mejor indicación de que una persona está viviendo cerca de Jesús.
¿Qué es lo que nos está robando la alegría? ¿Por qué puede más el pesimismo que nuestra fe?
