Inicia la gran fiesta del oratorio salesiano
Con el inicio de un nuevo año, vuelve también el reencuentro con el patio, con la experiencia del oratorio salesiano que, en este tiempo de vacaciones, toma un color diferente, peculiar, lleno de vida y de fiesta. Las puertas de cada oratorio del Perú se abren para recibir a los muchachos y muchachas, quienes año tras año, llegan para reír, jugar, saltar, disfrutar, aprender. Sin embargo, como en los tiempos de Don Bosco, este encuentro va más allá de las actividades recreativas, lleva consigo momentos de oración y acompañamiento que reflejan el espíritu salesiano. “Constaté que sin distribuir libritos de canto y proporcionar lecturas que les gusten a los muchachos, el oratorio es solamente un cuerpo sin alma”, cuenta Don Bosco en su obra Memorias del Oratorio. Y, justamente es allí donde Don Bosco rememora con claridad los momentos que vivió durante sus vacaciones (1838) como seminarista: una etapa enriquecedora, llena de oportunidades y, en ocasiones, peligrosa.
Fueron enriquecedoras, debido a la oportunidad de conocer a su gran amigo Luis Comollo, con quien compartió momentos significativos. Luis era un joven virtuoso, entusiasta y, según las palabras de Don Bosco, santo. “Mientras Dios conservó en vida a este incomparable compañero, mantuve con él una íntima relación. Durante las vacaciones iba yo muchas veces a verlo o él venía a buscarme. Nos escribíamos frecuentemente. Para mí era un joven santo. Siempre que estábamos juntos aprendía algo bueno de él”, decía Don Bosco.
Llena de oportunidades, porque descubrió que había que ocuparse y dedicarse en hacer algo provechoso, algo que marcara este tiempo. Y así fue, se ocupaba, entre muchas cosas, de segar la hierba del campo, recoger el trigo. Dedicaba tiempo también para sus muchachos y experimentaba una gran satisfacción al enseñar el catecismo a muchos de sus amigos.
Finalmente, peligrosas, porque vivió tres episodios poco amigables que lo marcaron negativamente en sus vacaciones. Sin embargo, estas experiencias adversas le sirvieron de lección, aprendiendo a mantenerse alejado de circunstancias similares. “Desde entonces he sido más medido en mis cosas y quedé completamente persuadido de que el que quiere darse plenamente al Señor tiene que dejar por completo esos pasatiempos mundanos”.
Nuestros niños, adolescentes y jóvenes de hoy, merecen tener la oportunidad que tuvo Don Bosco a sus 23 años: crecer en este tiempo, conocer nuevas amistades, conocer el patio y el oratorio salesiano como un espacio que educa, entretiene y acompaña; para que, como Don Bosco, cada temporada de vacaciones, tengamos varias lecciones aprendidas y finalmente hacer una reflexión de todo ello.
¿Te animas a vivir unas vacaciones salesianas?