La Jornada Misionera Salesiana 2011 celebra el voluntariado juvenil misionero. Justin Paul, un joven que frecuenta la casa salesiana de Orange, Estados Unidos, cuenta cómo un viaje misionero a Haití, les ha llevado a crecer como persona, cristiano y miembro de la Familia Salesiana.
Gracias a esta experiencia misionera Justin está al servicio de los jóvenes en Cap-Haitien, tanto con los estudiantes de las escuelas como con niños de la calle. Ha conocido a Gavinchy, que siempre pedía a los animadores que le dieran algún caramelo; a Jordany, un estudiante de 18 años de ingeniería mecánica, y a través de él, a muchos otros niños que frecuentan la obra salesiana. «La conversación se limitaba a algunos problemas típicos, como el trabajo o las chicas, pero era agradable para pasar tiempo con ellos. Creo que nuestra presencia fue el regalo más grande para estos chicos. »
Otro encuentro importante fue con Nehemías, un joven estudiante deseoso de asistir a la universidad en los Estados Unidos para convertirse en médico. Práctico en inglés, Nehemías era capaz de hablar con Justin en una manera más profunda. «En nuestras conversaciones – dice Justin – nos habló de sus intereses, religión, valores y objetivos de vida». Con él, Justin ha iniciado las pruebas de la actividad de consejero de la escuela, a lo que quiere dedicar sus próximos estudios de universidad.
«La experiencia de la misión también me permitió crecer en la vida espiritual – añade Justin – Fue muy agradable estar en un ambiente donde poder compartir abiertamente mis creencias, las dudas y la fe. La sabiduría del grupo y el guía espiritual me llevó a un nuevo nivel. » En particular, era importante vivir una misa nocturna en creole y francés. A pesar de la fatiga «, la Eucaristía ha unido a la comunidad, como Familia Salesiana en nuestra fe católica».
La última reflexión sobre su viaje misionero la dedica Justin a la belleza y la inmensidad de la Familia Salesiana: «En el trabajo de Orange, me di cuenta de lo bueno que es saber que hay muchas personas como yo en todo Estados Unidos.
Después de estar en una casa salesiana en otro país, me di cuenta de que hay gente como yo en todo el mundo. La hospitalidad y la alegría de los Salesianos en Cap-Haitien eran muy familiares. Gracias por dejarme ser parte de ella. «