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Edwin Seminario, Misionero Salesiano : «En los muchachos veo que Dios va formando en mí un corazón de pastor»

Era la tarde del martes 29 de agosto, me dirigía al Aeropuerto de Lima junto con mi familia y algunos salesianos. La hora de mi partida estaba cada vez más cerca. Tenía varios sentimientos, entre ellos un poco de tristeza, porque dejaba mis raíces, pero también emoción. Ir a la misión es lo que había soñado desde hace mucho tiempo y se hizo realidad. Al llegar al Aeropuerto embarqué mis maletas y luego me despedí con un abrazo muy fuerte.

Poco antes de que el avión partiera tomé mi teléfono y pronuncié una oración que había encontrado en las memorias del P. Luis Bolla cuando fui aspirante. Era la oración que hizo cuando partió a la misión. Mientras veía el barco alejarse del puerto de Génova, dijo: “Señor, dejo a mi querida familia, a mis amigos, mi tierra, mis lindas montañas, solo por ti y por hacerte conocer a mucha gente que aún no ha tenido la gracia conocerte. Pongo todo en tus manos. Tú lo harás todo bien”. En mi caso, mi tierra no es de montañas, así que dije “dejo mis lindas playas”.

Pronunciada esta oración partí con mucha confianza. El día 30 arrivé a París, el 31 partí hacia Nairobi y dormí en el aeropuerto hasta el día siguiente. Luego, el 1 de septiembre, viajé de Nairobi hasta Zambia, y finalmente, de Zambia a Lubumbashi (una ciudad de la RDC). Cuando llegué me recibieron algunos hermanos de mi comunidad y algunos posnovicios. Me tenían listo un regalo: la camiseta de la República Democrática del Congo.

Esta bienvenida tan acogedora se complementó con una cena acompañada de cantos en el idioma swahiliy lingala. No entendí nada, pero se escuchaba excelente. Finalmente expresé algunas palabras. Dije lo cansado que estaba, pero también contento de haber llegado y de recibir una bienvenida así.

Los próximos días he podido conocer a algunos hermanos de la inspectoría, visitar algunas casas salesianas, degustar de la comida típica como el Ugali y compartir un poco de la cultura. He podido presenciar la manera de vivir y expresar su fe. Una de las cosas que me encanta es ver bailar a los acólitos en las misas dominicales. Esto es algo que me contagia de alegría.

Así mismo, también he iniciado mi labor pastoral en el Colegio Técnico de Salama, un colegio Salesiano de Lubumbashide, casi de 3 mil estudiantes. Hayaulas de hasta 102 estudiantes. Aún utilizan pizarra verde y tiza. El patio es de tierra y hay una cancha pequeña techada donde realizan la formación todos los días.

Cuando están enfermos los llevo al dispensario. En los recreos juego con ellos al fútbol o, a veces, solo me siento a conversar, así aprovecho para escuchar sus inquietudes, sus dudas, sus miedos, sus esperanzas y sus ocurrencias. Esto me permite conocer su corazón y ganar su confianza para ser un buen guía para ellos. En ellos veo que Dios va formando en mí un corazón de pastor.

Finalmente quiero compartirles que en mi comunidad he sido bautizado con el nombre de Edwin Kabamba. Es así como me llaman mis hermanos salesianos y lo he recibido muy gustoso porque forma parte de mi proceso de inculturación.

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