“¿Cómo vive un salesiano este momento, lejos de los muchachos a los que ha dedicado su vida y por los que ha dejado su país de origen y su casa?”. Esta es una de las preguntas que Martin Milad Wadie, un estudiante de diecinueve años del Instituto “Don Bosco” de El Cairo, ha querido dirigir a los salesianos de Egipto en el momento actual de contención mundial de la pandemia Covid-19, que ha obligado al cierre de escuelas y oratorios.
La vocación salesiana está fuertemente ligada a la llamada de Dios al servicio de los jóvenes. Es a través de ellos que Dios llama, como expresó el P. George Wadie: “Conocí a Don Bosco a través del oratorio”. Y, precisamente en un momento en que la escuela y el oratorio permanecen cerradas, se percibe el dolor del desapego; o mejor aún, utilizando una expresión del P. Pedro García, aparecen como “una hondonada del desierto que ocupa un gran espacio, pero está sin líquido”.
“Los días han cambiado – continuó e P. Wadie – se nos ha despojado de lo bello, de nuestra misión de estar entre medio de los jóvenes y de estar para los jóvenes”.
“¡Sin los muchachos y sin el oratorio no me siento Salesiano de Don Bosco!”- es el grito que comparte el P. George Al Mouallem. A pesar de ello, según el P. García, en este contexto “queda la necesidad de estar juntos, de comunicarse y de estar uno al lado del otro… aprovechando las posibilidades que ofrecen las nuevas tecnologías”.
La presencia salesiana en Egipto siempre se ha caracterizado por su inclusividad y discreción. Construir una civilización responsable educando el corazón de los jóvenes egipcios y no tratando de cambiar sus estructuras temporales. Un compromiso renovado incluso en tiempos de pandemia. El P. García indica, de hecho: “No hemos sido llamados a resolver los problemas del universo, hemos sido llamados a seguir difundiendo el Reino del Padre donde están los jóvenes”. Y es por ello es necesario el contacto diario con los muchachos a través de una canción, una oración, una foto, como las enviadas a sus muchachos por el P. Al Mouallem.
En este ambiente resuena la invitación del P. Luca Pellicciotta: “La esperanza debe estar acompañada de la responsabilidad y de un compromiso personal; de una lectura profunda de la historia que vivimos ahora… debemos comprender la voluntad de Dios a la luz de nuestra experiencia personal”.
Y éste es el último llamado que los cuatro interlocutores querían dirigir, idealmente, a Martín y a todos sus amigos egipcios. No abandonarse a lo mínimo indispensable, a renovar un compromiso capaz de cambiar la historia”. Por el contrario, vivir como nos indica el P. Pellicciotta: “El mayor regalo que podemos tener de Dios es soñar con una vida feliz, santa y buena. Por eso es importante la presencia de Dios, la verdadera, la concreta. ¡Que Dios esté en tu vida, querido joven!”.
Martin Milad Wadie, con la colaboración de Antonio Nucera