El medio informativo Agenzia Info Salesiana le realizó una entrevista al Padre Ivo Coelho Consejero General para la Formación de la Congregación Salesiana. Compartimos parte de la entrevista.
¿Qué experiencia le ha dejado el CG28?
La primera cosa que me viene en mente es la presencia de los jóvenes. Ellos son un don para nosotros y al mismo tiempo descubrieron algo nuevo de nosotros. Así tuvimos una visión directa de lo que los jóvenes sienten, piensan y dicen. Claro aquella parte que se encuentran en contacto con nosotros. Siguen diciéndonos: “Tenemos necesidad de ustedes, los salesianos. No tanto de vuestro trabajo, pero de vuestra presencia con nosotros, de vuestro caminar junto a nosotros”. Para nosotros los salesianos, que somos felices de “hacer las cosas” y de “estar ocupados” es maravilloso darse cuenta de la increíble riqueza que se encuentra en la base de nuestro carisma: nuestra presencia entre los jóvenes no es solamente la vía, sino justamente aquella a la cual Dios nos conduce. La otra cosa que recuerdo del CG28 es la experiencia de comunión.
¿En el sexenio pasado, cuáles fueron los ejes fundamentales para su Dicasterio?
El primer gran punto se refiere a la formación permanente. Nos dimos cuenta que los dos capítulos “formativos” de nuestras Constituciones fueron escritos explícitamente desde el punto de vista de la “formación permanente”. En otras palabras, cuando nuestras Constituciones hablan de “formación”, entienden “formación permanente” y no como muchos aún piensan, “formación inicial”.
En el centro de la formación, así entendido, hay dos palabras: “hacer experiencia”, que en inglés fueron traducidas como “learning by experience”. La formación consiste en “aprender a través de la experiencia, el significado de la vocación salesiana” (Cost. 98). No es solamente hacer experiencia, sino aprender a través de la experiencia. ¿Y qué es este aprender gracias a la experiencia? Es la capacidad de mirar lo que hemos sentido y de escuchar lo que el Espíritu nos dice a través de eso. No importa si una experiencia es “buena” o “mala”: lo que importa es mirarla y escuchar lo que el Espíritu nos dice a través de ella.
Otra gran “luz” es el nuevo modo de ejercitar la autoridad, que por muchos lados es el viejo modo, el modo de Don Bosco. El servicio de la autoridad en la Iglesia no es un movimiento desde lo alto hacia abajo. La autoridad queda, pero el acento está puesto en la dinámica de la fraternidad. Es por ello que el discernimiento comunitario es tan importante.
El diálogo es la gran vía del corazón. Encontramos a nuestros hermanos en formación en el estadio actual de su libertad y con paciencia nos empeñamos a dialogar con ellos. Nos ganamos su confianza, sabiendo que la confianza no puede ser impuesta. A la luz de todo esto es obvio que hemos insistido en la formación de los formadores. “No hay nada más saludable para los que están en formación que tener un sano formador”, me dijo alguien hace muchos años y esto es siempre profundamente verdadero.
En fin, otro de los puntos fuertes del último sexenio fue la atención a la identidad consagrada salesiana. Como insisten los documentos de la Iglesia, la Iglesia es una comunión de identidad en relación. Así como el diácono es un ícono de servicio – y no es seguramente el único llamado a servir en la Iglesia – así también los consagrados tienen que recordar que todos nosotros estamos llamados a algo maravilloso, la vida de Dios, la vida eterna.
Creo que cuanto más descubrimos y vivimos el aspecto consagrado de nuestra vocación salesiana, más claros se volverán los dos modos de vivir nuestra vocación, las de coadjutor y la de sacerdote.
Fuente: Agenzia Info Salesiana