«El ministerio de catequista en la Iglesia es muy antiguo. […] Desde sus orígenes, la comunidad cristiana ha experimentado una amplia forma de ministerialidad que se ha concretado en el servicio de hombres y mujeres que, obedientes a la acción del Espíritu Santo, han dedicado su vida a la edificación de la Iglesia». Así comienza la Carta Apostólica en forma de «motu proprio» Antiquum ministerium con la que el papa Francisco instituye el ministerio de catequista.
El nombre de la carta (Antiguo ministerio) nos remonta a los orígenes de la Iglesia: allí descubrimos una comunidad cristiana organizada con carismas diversos, donde cada uno cumple su función para la edificación de la comunidad entera (cf. 1Cor 12, 28-31).
El catequeta Álvaro Ginel sdb comenta al respecto: «Este detalle del nombre es importante porque no se trata de una “novedad”, sino de una manera “sinodal” de entenderse la misma comunidad cristiana ayer y hoy… Lo “nuevo” es que con esta carta se consolida y da carácter de ministerio al servicio que muchos laicos y laicas están realizando. Iniciar en la fe cristiana no es exclusiva de los bautizados que han recibido el sacramento del orden. Entre todos, según la estructura eclesial, llevamos adelante la iniciación cristiana, cosa que en la práctica habitual se está haciendo en todas las comunidades cristianas».
En sintonía con el ministerio de los fieles cristianos laicos que nace de su condición de bautizados y de confirmados, de su ser discípulos misioneros del Señor, evitando una interpretación de los ministerios solo en función del orden sacerdotal, el papa Francisco en el número 8, manifiesta: «Es conveniente que al ministerio instituido de catequista sean llamados hombres y mujeres de profunda fe y madurez humana, que participen activamente en la vida de la comunidad cristiana, que puedan ser acogedores, generosos y vivan en comunión fraterna, que reciban la debida formación bíblica, teológica, pastoral y pedagógica para ser comunicadores atentos de la verdad de la fe, y que hayan adquirido ya una experiencia previa de catequesis».
Este numeral es muy importante: nos ayuda a centrar, aclarar y dar consistencia al ministerio de catequista; nos lleva a no identificar el “dar catequesis” con tener las condiciones para recibir el ministerio del catequista; y nos desafía en el discernimiento y la formación de los mismos.
Nos hace ver también que este ministerio laical no se da para “premiar” a los/las catequistas por su labor (que en nuestro país –sobre todo en los lugares más alejados de nuestro Perú– es encomiable, lleno de dedicación, pasión y entrega), sino se presenta como un reconocimiento institucional de la vocación suscitada por el Espíritu en cada uno de sus hijos en la Iglesia.
Estamos, por tanto, ante una buena noticia para nuestro tiempo: un acontecimiento soñado y esperado en el mundo de la catequesis. Vendrá complementado con el Rito de institución del ministerio laical del catequista, que está por ser publicado, y con el itinerario de formación y los criterios normativos que serán dados por la Conferencia Episcopal Peruana.
Escribe: Padre Martín Cipriano
Delegado Inspectorial de la Pastoral Juvenil Salesiana Perú