Era 1933 y más de una década había pasado desde que el Perú celebrara el primer centenario de proclamación de su independencia y, pese a los avatares del nacimiento republicano, ya contaba con su décima Constitución Política. Fue un año en que la llegada de las innovaciones no se hicieron esperar, como el hoy considerado tesoro musical: el órgano Tamburini, adquirido por la congregación salesiana para la Basílica María Auxiliadora.
El Tamburini es un órgano eléctrico de tubos, confeccionado por la firma italiana de este apellido. En esos tiempos fue un instrumento musical de última generación que hoy en día no solo se encuentra en funcionamiento, sino que es el órgano más grande, sonoramente hablando, que hay en el Perú.
Este instrumento musical que está en la Basílica María Auxiliadora fue mandado hacer en 1933 y entregado ese mismo año. Su costo fue cubierto con los aportes de los feligreses. Fue inaugurado el 16 de marzo del año siguiente por Pablo Chávez Aguilar, sacerdote que no pertenecía a la congregación salesiana, pero que era un destacado músico, compositor, organista y educador de aquel tiempo que se había formado musicalmente en Perú y en Italia. Fue quien compuso el Himno a Santa Rosa de Lima y otras obras religiosas, además de ser el autor de la música del Himno del Colegio Militar Leoncio Prado.
A lo largo de la historia, los órganos han sido pieza importante en las ceremonias religiosas. Es un instrumento musical de viento en la categoría de teclados que genera sonidos cuando el aire pasa por tubos de diferentes extensiones. Se toca con las manos y los pies, pues consta de una consola o teclado y un sistema de pedales en la parte inferior.
El Tamburini está conformado por 2,651 tubos que emiten 35 registros reales y que miden desde 17 centímetros de largo, el más pequeño, hasta 4.8 metros, el más grande; todos ellos ordenados sistemáticamente en una enorme caja de madera de 7 metros de largo por 6 metros de ancho y 4.5 metros de profundidad, extensión similar a la que ocupa un departamento de 27 metros cuadrados.
De acuerdo al catálogo de la tienda Tamburini, en Latinoamérica solo existen dos órganos de la firma, uno en Perú y el otro en Brasil, siendo el más antiguo el que está en nuestro país. La fábrica fue fundada en la ciudad de Crema en 1893, la cual ha producido órganos para las catedrales más importantes de Italia y de otros países. Curiosamente, los órganos que fabricaba se asemejaban a la fachada de una iglesia.
En el 2006 el Tamburini enmudeció. La madera de pino que albergaba los tubos había sido atacada por insectos dañando, además, gran parte del sistema mecánico. Es en el 2011 cuando se inicia la gran restauración a cargo del organero Alejandro Rodríguez Jesusi, intervención que formó parte de la restauración de la Basílica María Auxiliadora, de ahí que el tiempo de reconstrucción fue prolongado no solo por el daño que tenía el instrumento, sino porque el órgano fue desmontado en su totalidad y hubo que adecuar la reparación a los avances de la restauración del templo, para así volverlo a instalar.
Como parte de esta restauración se cambió todo el sistema eléctrico y se le añadió una segunda consola, permitiendo así que el órgano pueda ser tocado desde el segundo piso junto con el coro, lugar en el que se encuentra instalado; o desde el primer piso de la iglesia junto al altar. Esta última opción es la que resulta más práctica litúrgicamente, pues estando el organista cerca al sacerdote que oficia la misa, se evita el desfase de casi dos décimas de segundo que tarda el viaje del sonido al encontrarse a varios metros de distancia.
La madera dañada ha sido reemplazada respetando el diseño original y para evitar que vuelva a ser atacada por insectos fue tratada con químicos especiales para su conservación. Afortunadamente, la consola y el banco para el organista no fueron dañados por los insectos. Continúan igual desde hace 85 años.
El delicado trabajo de restauración de este instrumento musical de gran valor histórico no fue tarea fácil, pero luego de casi cinco años el Tamburini volvió a sonar. El 15 de diciembre del 2016 de manos del organista italiano Alberto Pavoni, el órgano se dejó escuchar, desde entonces suena en cada misa dominical y hasta el momento se han realizado dos conciertos.
En las condiciones en las que se encuentra tras su restauración, se calcula que en la actualidad el órgano estaría valorizado en un millón de dólares siendo comprado en Europa; sin embargo, su valor es incalculable, por su origen, por el tiempo de fabricación, por su funcionamiento y por la historia que hay tras él. Esta reliquia musical seguirá emanando su solemne sonido por mucho más tiempo.
Fuente: Perú Bicentenario