(RV).– “En ella y con ella, Dios se hace hermano y compañero de camino, carga con nosotros las cruces para no quedar aplastados por nuestros dolores”, lo dijo el Papa Francisco en su homilía en la Misa celebrada en el Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe.
Al final de la primera jornada de su Visita Apostólica a México, el Santo Padre celebró la Eucaristía junto a los miles de fieles congregados en el Santuario Mariano más grande de este país y del mundo. En su homilía el Pontífice recordó que “la Virgen María es y será reconocida siempre como la mujer del sí, un sí de entrega a Dios y, en el mismo momento, un sí de entrega a sus hermanos. Es el sí que la puso en movimiento para dar lo mejor de ella yendo en camino al encuentro con los demás”.
“Así como se hizo presente al pequeño Juanito, de esa misma manera se sigue haciendo presente a todos nosotros; dijo el Papa, especialmente a aquellos que como él sienten que no valían nada. Esta elección particular, digamos preferencial, no fue en contra de nadie sino a favor de todos”.
Por ello, afirmó el Obispo de Roma, “Dios despertó y despierta la esperanza de los pequeños, de los sufrientes, de los desplazados y descartados, de todos aquellos que sienten que no tienen un lugar digno en estas tierras”. Es necesario construir el Santuario de Dios, y este Santuario señaló el Papa, es la vida de sus hijos, de todos y en todas sus condiciones, especialmente de los jóvenes sin futuro expuestos a un sinfín de situaciones dolorosas, riesgosas, y la de los ancianos sin reconocimiento, olvidados en tantos rincones.
Por eso nos puede hacer bien un poco de silencio, dijo el Papa y “mirarla a ella, mirarla mucho y calmamente. Y en este estar mirándola, escuchar una vez más que nos vuelve a decir: ¿Qué hay hijo mío el más pequeño?, ¿qué entristece tu corazón? ¿Acaso no estoy yo aquí, yo que tengo el honor de ser tu madre?”.