“El salesiano coadjutor Artémides Zatti fue un ejemplo vivo de gratitud”. Con estas palabras, pronunciadas durante la homilía de la Misa del 9 de octubre de 2022, el Papa Francisco ha indicado a todos los fieles el modelo del “santo enfermero” y “pariente de todos los pobres”, en el día en que proclama su santidad ante la Iglesia universal. Son poco más de las 10:00 (UTC+2) cuando inició en la explanada de la Plaza de San Pedro, en Roma, la Celebración Eucarística con el Rito de Canonización del salesiano coadjutor Artémides Zatti y Mons. Giovanni Battista Scalabrini, obispo y fundador de la Congregación de las Misioneras de San Carlo y de la Congregación de las Hermanas Misioneras de San Carlo Borromeo.
Con la solemnidad que merece una celebración de este tipo, comenzando por el rito de canonización, al comienzo de la liturgia. Después del canto de entrada, la Schola de la Basílica de San Pedro cantó el himno Veni, Creator Spiritus y el Cardenal Marcello Semeraro, Prefecto del Dicasterio para las Causas de los Santos, acompañado por los Postuladores, el padre Graziano Battistella, CS, y el padre Pierluigi Cameroni, SDB, se dirigió al Santo Padre para presentar la Petitio, la petición para proceder a la canonización de los dos Beatos.
Las figuras de Mons. Scalabrini y del Sr. Zatti son así recordados brevemente a través de la lectura hecha por el cardenal Semeraro, de sus respectivas biografías.
Posteriormente, toda la plaza llena de fieles invocó, a través de las Letanías de los Santos, la participación de toda la Iglesia celestial para acompañar la inscripción en el Registro de Santos de los dos beatos.
Son las 10:30 en Roma, cuando el Santo Padre Francisco pronuncia en latín la fórmula solemne de canonización con la que declara y define santos a Giovanni Battista Scalabrini y Artémides Zatti.
Un gran aplauso de la asamblea de fieles acompaña la proclamación, seguido poco después por la incensación y deposición a los pies de la imagen de Nuestra Señora, de las ilustres reliquias de los dos nuevos santos y el agradecimiento del Cardenal Prefecto del Dicasterio para las Causas de los Santos, quien al mismo tiempo pide y obtiene del Pontífice el asentimiento para la redacción de la Carta Apostólica relativa a la canonización.
A continuación se reanuda la liturgia eucarística dominical, concelebrada por varios cardenales, arzobispos, obispos y sacerdotes, muchos de ellos Hijos de Don Bosco, encabezada por el Rector Mayor, padre Ángel Fernández Artime. En el momento de la homilía, el Papa profundiza las lecturas del XXVIII Domingo del Tiempo Ordinario. Dos aspectos subrayados en particular por el Pontífice: el caminar juntos y la gratitud.
Caminar juntos es la característica de los diez leprosos curados por Jesús: “Es una imagen hermosa también para nosotros -dice el Pontífice-. Cuando somos honestos con nosotros mismos, recordamos que todos estamos enfermos de corazón, que todos somos pecadores, todos necesitados de la misericordia del Padre. Y entonces dejamos de dividirnos en base al mérito, los roles que cubrimos o algún otro aspecto externo de la vida”.
“Hermanos y hermanas, comprobemos si en nuestra vida, en nuestra familia, en los lugares donde trabajamos y que frecuentamos todos los días, somos capaces de caminar juntos con los demás, de escuchar, de vencer la tentación de atrincherarnos en nuestra autorreferencia y pensar sólo en nuestras necesidades”, invita el Papa.
Esta es también la ocasión para denunciar una vez más la exclusión de los inmigrantes, que el Santo Padre define claramente como «escandalosa, criminal, repugnante y pecaminosa».
“Hoy pensamos en nuestros migrantes, los que mueren -añade el Papa dejando la pregunta abierta a todos- y los que logran entrar, ¿los recibimos como hermanos o los explotamos?”.
Posteriormente, el Santo Padre destaca el valor de la gratitud, siguiendo el modelo del Samaritano, del único de los diez leprosos curados que vuelve a agradecer a Jesús: “Esta es una gran lección también para nosotros, que nos beneficiamos cada día de los dones de Dios, pero muchas veces vamos por nuestro propio camino olvidándonos de cultivar una relación viva con Él. (…). Y, de esta forma, acabamos pensando que todo lo que recibimos cada día es obvio y debido”.
Al contrario, observa el Pontífice, “la gratitud, sabiendo decir ‘gracias’, nos lleva más bien a afirmar la presencia de Dios-amor. Y también a reconocer la importancia de los demás, superando la insatisfacción y la indiferencia que afean nuestro corazón”.
Saber caminar junto a los demás y el espíritu de gratitud, dice el Papa, son precisamente lo que marcó la vida de los dos nuevos santos. De Mons. Scalabrini, que fundó una congregación para la atención de los emigrantes, el Papa ofrece una cita para afirmar que “en el caminar común de quien emigra hay que ver no sólo problemas, sino también un proyecto de Providencia. ‘Precisamente por las migraciones forzadas por las persecuciones -dijo- la Iglesia traspasó las fronteras de Jerusalén e Israel y se hizo «católica». Gracias a las migraciones de hoy, la Iglesia será instrumento de paz y de comunión entre los pueblos” (G.B. Scalabrini, La emigración de los trabajadores italianos, Ferrara 1899).
El Pontífice reflexionó a continuación sobre la migración forzada de la población ucraniana: “No olvidemos hoy a la Ucrania atormentada”.
Sobre el salesiano elevado a los altares el Papa reitera: «Por su parte, el salesiano coadjutor Artémides Zatti, con su bicicleta, fue un ejemplo vivo de gratitud: curado de tuberculosis, dedicó toda su vida a gratificar a los demás, a sanar a los enfermos con amor y ternura. Se dice que se le ha visto cargar sobre sus hombros el cuerpo sin vida de uno de sus enfermos. Lleno de gratitud por lo que había recibido, quiso decir su “gracias” asumiendo las heridas de los demás”.
La homilía del Santo Padre concluyó con una exhortación final: “Oremos para que estos santos hermanos nuestros nos ayuden a caminar juntos, sin paredes divisorias; y cultivar esta nobleza de alma tan agradable a Dios que es la gratitud”.