Se dicen que, en tiempos de guerra, no se limpian las armas. En el silencio de esta guerra que estamos viviendo (la del Covid-19, digo), ansiamos el bullicio de nuestros muchachos, las actividades de nuestras obras. Ahora nos quejamos de la falta de protagonistas porque nos hacen falta los estudiantes, los profesores, los educadores y una comunidad en acción. Hace unas semanas no imaginábamos que el tiempo se detendría en nuestras obras educativas. Que la ausencia sería tan solo por poco tiempo, sin embargo… ya son largas semanas.
¿Y ahora qué? ¿Qué podemos hacer? ¿Nos condenamos a la inercia de la emergencia educativa y social que ha causado tantos daños y tantas lágrimas? ¿O hacemos uso de la esperanza creativa como ¡hijos de un soñador! y de la inventiva para el bien de nuestros queridos jóvenes? ¡Démosle ganas a la esperanza que es una ganancia segura!
Los tiempos han cambiado y seguirán cambiando. Son tiempos de pandemia como nunca hemos visto. ¿Cómo se desmoronó el mundo entero tan rápidamente? En la agitación de las novedades que esta realidad nos ha traído, nos queda la audacia, la innovación, el desafío y la presencia de los que han aparecido en primera línea: los brillantes, generosos y siempre presentes educadores.
El escenario ha cambiado, pero ellos siguen ahí. Desde todos los rincones del mundo nos llegan noticias de la forma creativa, innovadora, comprometida y audaz con que tantos educadores han querido demostrar la importancia de su misión. No están físicamente «aquí» porque están confinados a sus casas. Con esfuerzo, pero con creatividad. Con devoción y gran generosidad.
Aquellos que llamamos educadores podrían haberse escondido, haber desaparecido de la escena, podrían justificarse por tantas cosas, pero no. Han decidido quedarse “con Don Bosco» y con “los jóvenes”.
Sí, querido educador, querido maestro, querido corresponsable laico en nuestra misión, querido “quienquiera que seas”, dondequiera que estés, este mensaje es para ti y deseo decirte ¡GRACIAS!
Un sincero agradecimiento que se convierte en un coro de voces. Y, por lo tanto, polifónico, multicolor, tal vez un poco fuera de tono, pero al ritmo adecuado de lo que hay que decir. Hoy Don Bosco, Padre y Maestro de los jóvenes, no tendría otra palabra que ésta: ¡Gracias! y Seguramente orgulloso de ustedes, los educadores.
La historia los recordará por tantas cosas… pero recordará los nombres de aquellos que no renunciaron a estar allí, cuando era más necesario ser, vivir y sentir, como héroes de una época, que, sin estar en los hospitales, querían mostrar otra mirada de esperanza creativa para que la educación fuera hoy, como siempre, la más noble y leal de las acciones humanas.
Gracias, querido educador, como te llames, por no renunciar nunca a lo que eres, a pesar de todo. Por estar allí. Simplemente, ¡gracias!
Padre Tarcizio Morais, SDB
Responsable de las Escuelas y Centros de Formación Profesional del Departamento de Pastoral Juvenil