(RV).- En el último miércoles de mayo, después de haber celebrado la solemnidad de Pentecostés y en preparación del domingo de la Santísima Trinidad, el Papa Bergoglio prosiguió sus catequesis sobre la familia hablando del noviazgo, un camino que tiene que ver con la fe, la confianza, la fiabilidad, y que requiere una consciente armonía de la decisión, y no un simple entendimiento en la atracción o en el sentimiento.
“La catequesis de hoy está centrada en el noviazgo, llamado a poner las bases de un proyecto de amor común, y que debe ser asumido con plena conciencia.
El matrimonio, como vocación de Dios, no es sólo una relación basada en la atracción y el sentimiento, sino que establece una alianza tan sólida y duradera, que hace de dos vidas una sola, un auténtico milagro de la libertad humana y de la gracia de Dios”.
El compromiso de trabajar en el amor
El noviazgo es el tiempo en cual las dos partes están llamadas a hacer un “buen trabajo sobre el amor”, que “vaya en profundidad”, es decir, en el descubrimiento mutuo, dijo el Papa. Así “el hombre aprende acerca de la mujer aprendiendo de ésta mujer, su novia, y la mujer aprende acerca del hombre, aprendiendo de éste hombre, su novio”, preparándose para el paso sucesivo, es decir, el matrimonio.
“Una alianza así no se improvisa de un día para el otro. El noviazgo crea las condiciones favorables para que el hombre y la mujer se conozcan a fondo, para que maduren la decisión responsable por algo tan grande, que no se puede comprar ni vender”.
El amor objeto de consumo
“La cultura consumista del ‘usar y tirar’, del ‘todo y enseguida’, imperante en nuestra sociedad, muchas veces “tiende a convertir el amor en un objeto de consumo, que no puede constituir el fundamento de un compromiso vital”.
Por ello el Pontífice puso en guardia sobre el “querer todo e inmediatamente”, que implica el riesgo de ceder en todo e inmediatamente, “ante la primera dificultad”, o ante “la primera ocasión”.
Es necesario el compromiso de trabajar en el amor, porque “la alianza de amor entre hombre y mujer”, alianza para la vida, “no se improvisa ni se hace de un día para el otro” dijo Francisco, y “no hay esperanza para la confianza y la fidelidad del don de sí, si prevalece el hábito de consumir el amor como si fuera un suplemento alimentario para el bienestar psicofísico”, indicó. “Esto no es amor”.
Dios enseña el noviazgo
El noviazgo centra la voluntad de custodiar “juntos” algo que “jamás deberá ser comprado o vendido, traicionado o abandonado, por cuanto atractiva sea la oferta”, prosiguió el Pontífice, y recordó que cuando Dios habla en la biblia de la alianza con su Pueblo, algunas veces lo hace en términos de noviazgo: “Recuerdo muy bien la fidelidad de tu juventud…” (Jeremías 2, 2); cuando hace una promesa: “Te haré mi esposa para siempre…”, y al final, cuando Dios esposa a su pueblo en Jesucristo.“El Pueblo de Dios es la esposa de Jesús”, dijo el Papa, “¡Pero cuánto camino!”
La Iglesia protege el sacramento
Muchas parejas están juntas desde hace mucho tiempo, tal vez también en la intimidad, conviviendo, pero “aunque parezca extraño” afirmó el Papa, “no se conocen verdaderamente”, y por eso “es necesario que el noviazgo sea revalorizado”.
“La Iglesia, en su sabiduría, sabe que el amor no se compra y por esto ha preservado la distinción entre el noviazgo y el matrimonio, precisamente para proteger la profundidad del sacramento. Los cursos prematrimoniales son una expresión de esta solicitud por la preparación de los esposos. Hoy más que nunca es necesario revalorizar el noviazgo, como una iniciación a la sorpresa de los dones espirituales con los cuales Dios bendice y enriquece a la familia”.
“Los símbolos fuertes del cuerpo tienen las llaves del alma”, dijo el Papa Bergoglio refiriéndose a la carta a los Corintios: “no podemos tratar los lazos de la carne a la ligera, sin abrir alguna herida duradera en el espíritu”.
De ahí que el Papa haya instado a las parejas de novios a reflexionar en las palabras de Dios: “Yo te desposaré para siempre, te desposaré en la justicia y el derecho, en el amor y la misericordia” (Oseas 2,19), y a pensar y a decirse mutuamente: “Te haré mi esposa, te haré mi esposo”, porque “el noviazgo puede ser un tiempo de iniciación” a la sorpresa de los dones de Dios que “enriquecen el horizonte de la nueva familia que se dispone a vivir en su bendición”.
A todos y especialmente a los esposos cristianos, el Sucesor de Pedro invitó a “acompañar con la oración y el testimonio de amor y fidelidad, a los jóvenes novios que se preparan para el matrimonio”.
(GM – RV)