La caridad, el amor y la fraternidad son el camino a seguir. Lo dijo el Papa conversando con los periodistas en el vuelo que desde Bagdad lo traía de regreso a Roma, tras el histórico viaje de cuatro días a Iraq. Francisco relató sus impresiones sobre su encuentro con Al Sistani, la conmoción frente a las iglesias destruidas de Mosul y relató que ha prometido al Patriarca Bechara Rai hacer un viaje al Líbano. Al inicio del encuentro a alta altitud, el Pontífice saludó a monseñor Dieunonné Datonou, nuevo coordinador de los viajes papales, al quien calificó «el nuevo comisario». A continuación, se dirigió a los periodistas de la siguiente manera: «En primer lugar, gracias por su trabajo, por su compañía y por su cansancio. Hoy es el Día de la Mujer, ¡felicidades a las mujeres! En el encuentro con la esposa del Presidente de Iraq hablaban de por qué no hay un día del hombre. Yo dije: ¡por qué los hombres siempre estamos de fiesta! La esposa del Presidente me habló de las mujeres, dijo cosas muy hermosas hoy, aquella fortaleza que tienen las mujeres para llevar adelante la vida, la historia, la familia, tantas cosas. Y tercero: ayer fue el cumpleaños de la periodista de la Cope: los mejores deseos y hay que celebrarlo, luego veremos cómo, aquí podemos».
Santidad, hace dos años en Abu Dhabi tuvo lugar un encuentro con el Imam Al Tayyeb de Al Azhar y la firma de la Declaración sobre la fraternidad. Hace tres días usted se reunió con Al Sistani: ¿es posible pensar en algo similar también con la parte chiíta del Islam? Y una segunda pregunta sobre el Líbano: San Juan Pablo II decía que más que un país es un mensaje. Hoy, lamentablemente, como libanés, le digo que este mensaje está desapareciendo. ¿Es inminente una visita suya al Líbano?
R. – El documento de Abu Dhabi del 4 de febrero se preparó con el Gran Imán en secreto, durante seis meses, rezando, reflexionando y corrigiendo el texto. Era -es un poco presuntuoso decirlo, tómenlo como una presunción- un primer paso de lo que usted me pregunta. Podemos decir que éste sería el segundo y que habrá otros. El camino de la fraternidad es importante. El documento de Abu Dhabi dejó en mí la inquietud de la hermandad, y entonces salió «Fratelli tutto». Ambos documentos se deben estudiar porque van en la misma dirección, en la vía de la fraternidad. El ayatolá Al Sistani tiene una frase que trato de recordar bien: los hombres son hermanos por religión o iguales por creación. En la hermandad está la igualdad, pero por debajo de la igualdad no podemos ir. Creo que es también un camino cultural. Pensemos en nosotros los cristianos, en la Guerra de los Treinta Años, en la noche de San Bartolomé, por poner un ejemplo. Cómo cambia la mentalidad entre nosotros: porque nuestra fe nos hace descubrir que es esto, la revelación de Jesús es el amor y la caridad y nos lleva a esto: pero ¡cuántos siglos para ponerlos en práctica! Esto es importante, la hermandad humana, que como hombres todos somos hermanos, y debemos seguir adelante con las otras religiones. El Concilio Vaticano II dio un gran paso en este sentido, y también las instituciones después, el Consejo para la Unidad de los Cristianos y el Consejo para el Diálogo Interreligioso. El cardenal Ayuso nos acompaña hoy. Tú eres humano, eres hijo de Dios y eres mi hermano, ¡y punto! Esta sería la indicación más grande, y muchas veces hay que arriesgarse para dar este paso. Usted sabe que hay algunas críticas: que el Papa no es valiente, que es un inconsciente que está dando pasos contra la doctrina católica, que está a un paso de la herejía, hay riesgos. Pero estas decisiones se toman siempre en la oración, en diálogo, pidiendo consejo, en la reflexión. No son un capricho y además son la línea que enseñó el Concilio. Paso a la segunda pregunta: el Líbano es un mensaje, el Líbano sufre, el Líbano es más que un equilibrio, tiene la debilidad de las diversidades, algunas todavía no reconciliadas, pero tiene la fortaleza del gran pueblo reconciliado, como la fortaleza de los cedros. El Patriarca Rai me pidió por favor que durante este viaje hiciera una parada en Beirut, pero me pareció poco… Una migaja ante un problema, ante un país que sufre como el Líbano. Le escribí una carta, le hice la promesa de hacer un viaje. Pero el Líbano en este momento está en crisis, pero en crisis -no quiero ofender- en crisis de vida. El Líbano es muy generoso a la hora de acoger a los refugiados.
¿En qué medida el encuentro con Al Sistani era también un mensaje para los líderes religiosos de Irán?
Creo que fue un mensaje universal. Sentí el deber de hacer esta peregrinación de fe y de penitencia, y de ir a ver a un grande, a un sabio, a un hombre de Dios: sólo escuchándolo se puede percibir esto. Hablando de mensajes, diría que es un mensaje para todos, y él es una persona que tiene esa sabiduría y también la prudencia. Me decía: «Desde hace 10 años no recibo a personas que vengan a visitarme con otros fines políticos y culturales… sólo religiosos». Él fue muy respetuoso, muy respetuoso en el encuentro. Me sentí honrado. Incluso en el momento del saludo, él nunca se levanta… Se levantó para saludarme, dos veces, un hombre humilde y sabio, a mí este encuentro me hizo bien al alma. Es una luz, y estos sabios están en todas partes porque la sabiduría de Dios ha sido esparcida en todo el mundo. Sucede lo mismo con los santos que no son sólo los que están en los altares. Sucede todos los días, aquellos que yo llamo los santos de la puerta de al lado, hombres y mujeres que viven su fe, sea la que sea, con coherencia. Aquellos que viven los valores humanos con coherencia, la fraternidad con coherencia. Creo que deberíamos descubrir a esta gente, ponerla en evidencia, porque hay tantos ejemplos… Cuando hay escándalos incluso en la Iglesia, tantos, y esto no ayuda, pero hagamos ver a la gente que buscan el camino de la fraternidad, a los santos de la puerta de al lado, y seguramente encontraremos gente de nuestra familia, algún abuelo, alguna abuela.
Su viaje tuvo una enorme repercusión en todo el mundo, ¿cree que podría ser «el viaje» del pontificado? También se dijo que era el más arriesgado. ¿Tuvo miedo en algún momento de su viaje? Está por cumplir el octavo año de su pontificado, ¿sigue pensando que será corto? Por último, la gran pregunta: ¿volverá una vez a Argentina?
R. – Empiezo por la última, una pregunta… que entiendo y está vinculada al libro de mi amigo periodista Nelson Castro, médico. Él Había hecho un libro sobre las enfermedades de los presidentes y yo una vez le dije: pero si vienes a Roma, debes hacer uno sobre las enfermedades de los Papas, porque será interesante conocer sus enfermedades, al menos de algunos de los últimos tiempos. Me hizo una entrevista y salió el libro: me dicen que es bueno, yo no lo he visto. Él me hizo una pregunta: «Si usted renuncia, ¿volverá a Argentina o se quedará aquí?». Yo dije: no volveré a Argentina, sino que me quedaré aquí en mi diócesis. Pero en aquella hipótesis, la respuesta va unida a la pregunta. Cuando voy a Argentina o por qué no voy… yo siempre respondo un poco irónicamente: estuve 76 años en Argentina, ¿es suficiente no? Hay una cosa que, no sé por qué, no se dice: había sido programado un viaje a Argentina en noviembre de 2017. Se comenzaba a trabajar, se hacía Chile, Argentina y Uruguay. Era para finales de noviembre… Pero en ese momento Chile estaba en campaña electoral, en esos días en diciembre fue elegido el sucesor de Michelle Bachelet, y yo tenía que ir antes de que cambiara el gobierno. No podía ir. Habíamos pensado en hacer así: vamos a Chile en enero y luego a Argentina y Uruguay… Pero no era posible, porque enero es como julio-agosto para los dos países. Repensando la cuestión, se hizo una sugerencia: ¿por qué no asociar Perú? Porque Perú había sido separado del viaje a Ecuador, Bolivia, Paraguay. Se había dejado aparte. Y de ahí nació el viaje en enero de 2018 a Chile y Perú. Pero esto lo quiero decir para que no haya fantasías de «patriofobia»: cuando habrá la oportunidad se podrá hacer, porque está Argentina, Uruguay y el sur de Brasil.
Luego sobre los viajes. Yo para tomar una decisión sobre los viajes escucho, escucho los consejos de los consejeros y a veces viene alguien y dice: ¿qué piensas, debo ir a ese lugar? Me hace bien escuchar, esto me ayuda a tomar decisiones más tarde. Escucho a los consejeros y al final rezo, reflexiono mucho, sobre algunos viajes reflexiono mucho. Entonces la decisión viene de dentro, de las entrañas, casi espontánea, pero como un fruto maduro. Es un largo recorrido. Algunos son más difíciles, otros más fáciles. La decisión de este viaje viene de antes, de la embajadora, una médica pediatra que fue representante de Iraq: bien, bien, insistió. Luego vino la embajadora en Italia, que es una mujer luchadora. Después llegó el nuevo embajador en el Vaticano. Antes había venido el presidente. Todas estas cosas se me quedaron dentro. Pero hay algo detrás de la decisión que me gustaría mencionar: una de ustedes me regaló la última edición en español del libro «La ultima ragazza» de Nadia Mourad. Lo leí en italiano, es la historia de los yazidíes. Y Nadia Mourad cuenta cosas aterradoras. Yo les recomiendo que lo lean, en algunos puntos puede parecer pesado, pero para mí es la razón fundamental de mi decisión. Ese libro trabajaba por dentro. También cuando escuché a Nadia, que vino a contarme cosas terribles… Todas estas cosas juntas hicieron que tomara la decisión, pensando en todas las problemáticas, tantas. Pero hay algo detrás de la decisión que me gustaría mencionar: uno de vosotros me regaló la última edición en español del libro «La última chica» de Nadia Mourad. Lo leí en italiano, es la historia de los yazidíes. Y Nadia Mourad cuenta cosas aterradoras. Os recomiendo que lo leáis, en algunos puntos puede parecer pesado, pero para mí es la razón fundamental de mi decisión. Ese libro funcionaba por dentro. Incluso cuando escuché a Nadia, que vino a decirme cosas terribles… Todas estas cosas juntas hicieron que tomara la decisión, pensando en todos los problemas, tantos. Pero al final llegó la decisión y la tomé. Luego, acerca del octavo año del pontificado. ¿Debo hacer así? (el Papa cruza los dedos en señal de superstición). No sé si los viajes se ralizarán o no, sólo les confieso que en este viaje me cansé mucho más que en los otros. Los 84 años no vienen solos, es una consecuencia… pero veremos. Ahora tendré que ir a Hungría a la misa final del Congreso Eucarístico Internacional, no una visita al país, sino sólo para la misa. Pero Budapest está a dos horas en coche de Bratislava, ¿por qué no hacer una visita a Eslovaquia? Así es como salen las cosas…
Este viaje fue extraordinariamente significativo para las personas que pudieron verla, pero también fue una oportunidad para que el virus se propagara, sobre todo con las personas que estaban juntas amontonadas. ¿Usted está preocupado de que se puedan enfermar y morir por haber querido verlo?
R.- Como he dicho antes, los viajes se «cocinan» con el tiempo en mi conciencia, y esta es una de las cosas que me daba fuerza. Pensé mucho, recé mucho sobre esto, y finalmente tomé la decisión que verdaderamente surgió de mi interior. Y dije que Aquello que me hace decidir así, se ocupe de la gente. Pero después de la oración y despues de la conciencia de los riesgos. Después de todo.
Vimos la valentía, el dinamismo de los cristianos iraquíes, también vimos los desafíos que deben enfrentar, la amenaza de la violencia islamista, el éxodo y el testimonio de la fe en su ambiente. Estos son los retos de los cristianos en toda la región. Hablamos del Líbano, pero también de Siria y de Tierra Santa. Hace diez años se celebró el Sínodo para Oriente Medio, pero su desarrollo se vio interrumpido por el ataque contra la catedral de Bagdad. ¿Piensa hacer algo para todo Oriente Medio, un Sínodo regional, o cualquier otra iniciativa?
No estoy pensando en un Sínodo, estoy abierto a muchas iniciativas, pero un Sínodo no se me ocurrió. Usted tiró la primera semilla, vamos a ver. La vida de los cristianos es atormentada, pero no sólo la de los cristianos, hablamos de los yazidíes… Y esto, no sé por qué, me dio una fuerza muy grande. Existe el problema de la migración. Ayer, mientras volvíamos en automóvil de Qaraqosh a Erbil, vi a mucha gente, jóvenes, la edad es muy muy baja. Y la pregunta que alguien me hizo fue: ¿pero cuál es el futuro de estos jóvenes? ¿A dónde irán? Muchos tendrán que abandonar el país.
Antes de partir para este viaje, el otro día, el viernes, doce refugiados iraquíes fueron a despedirse de mí: uno tenía una prótesis en la pierna porque al escapar terminó debajo de los camiones y había tenido un accidente. La migración es un derecho doble: el derecho a no migrar y el derecho a migrar. Estas personas no tienen ninguno de los dos, porque no pueden emigrar, no saben cómo hacerlo. Y no pueden emigrar porque el mundo aún no ha tomado conciencia de que la migración es un derecho humano.
La otra vez un sociólogo italiano me dijo, hablando del invierno demográfico en Italia: dentro de cuarenta años tendremos que «importar» extranjeros para que trabajen y paguen las contribuciones de nuestras pensiones. Ustedes, los franceses, fueron más inteligentes, fueron adelante desde hace diez años con la ley que apoya a la familia, su nivel de crecimiento es muy grande.
Pero la migración se la vive como una invasión. Ayer quise recibir después de la misa, porque él lo pidió, al padre de Alan Kurdi, este niño, que es un símbolo, Alan Kurdi es un símbolo: por eso regalé la escultura a la FAO. Es un símbolo que va más allá de un niño muerto en la migración, un símbolo de civilizaciones que mureren, que no pueden sobrevivir, un símbolo de humanidad. Se necesitan medidas urgentes para que la gente tenga trabajo en sus propios países y no deba emigrar. Y, después, medidas para salvaguardar el derecho a emigrar. Es verdad que cada país debe estudiar bien la capacidad de acogida porque no es sólo la capacidad de recibir y dejarlos en la playa. Es recibirlos, acompañarlos, hacerlos progresar e integrarlos. La integración de los migrantes es la clave. Dos anécdotas: en Zaventem, en Bélgica, los terroristas eran belgas, nacidos en Bélgica, pero migrantes islámicos en guetos, no integrados. El otro ejemplo, cuando fui a Suecia, la ministra que me despedía era muy joven y tenía una fisonomía especial, no típica de los suecos. Era hija de un migrante y una sueca, tan integrada que llegó a ser ministra. Pensemos en estas dos cosas, nos harán reflexionar mucho: integrar. Sobre las migraciones, que creo que es el drama de la región. Quisiera agradecer a los países generosos que acogen a los migrantes: El Líbano, que tiene, creo, dos millones de sirios; Jordania – desgraciadamente no pasaremos por encima y el rey quería rendirnos un homenaje con aviones a muestro paso – es muy generosa: más de un millón y medio de migrantes. ¡Gracias a estos países generosos! ¡Muchas gracias!
En tres días, en este país clave de Oriente Medio, hizo lo que los poderosos de la tierra discuten desde hace treinta años. Usted ya explicó cuál es la génesis interesante de sus viajes, cómo surgen las elecciones de sus viajes, pero ahora en esta contingencia, mirando a Oriente Medio, ¿puede plantearse un viaje a Siria? ¿Cuáles pueden ser los objetivos, de aquí a un año, de otros lugares donde se requiera su presencia?
En Oriente Medio sólo la hipótesis, y también la promesa, es el Líbano. No pensé en un viaje a Siria, porque no me vino la inspiración. Pero estoy muy cerca de la martirizada y amada Siria, como yo la llamo. Recuerdo al principio de mi pontificado, aquella tarde de oración en la Plaza de San Pedro, con el rosario, la adoración del Santísimo. Pero cuántos musulmanes con las alfombras en el suelo rezaban con nosotros por la paz en Siria, para detener los bombardeos, en aquel momento en que se decía que se habría producido un bombardeo feroz. Llevo a Siria en mi corazón. Pero pensanr en un viaje, no se me ocurrió.
Estos días, meses, su actividad fue muy limitada. Ayer tuvo el primer contacto directo, muy cercano, con la gente de Qaraqosh: ¿qué sintió? En su opinión, ahora con todo el régimen sanitario actual, ¿se pueden reanudar las audiencias generales con la gente, con los fieles, como eran antes?
Me siento diferente cuando estoy lejos de la gente en las audiencias. Me gustaría volver a iniciar las audiencias generales lo antes posible. Esperemos que las condiciones sean las adecuadas, en esto sigo las normas de las autoridades. Ellas son las responsables y tienen la gracia de Dios para ayudarnos en esto, son las responsables de dar las normas. Nos guste o no, son las responsables y deben hacerlo así. Ahora he vuelto a empezar con el Ángelus en la plaza, con las distancias se puede hacer. Existe la propuesta de pequeñas audiencias generales, pero no me he decidido hasta que se aclare el desarrollo de la situación. Después de estos meses de encierro, me sentí realmente un poco preso, este viaje ha sido para mí para revivir. Revivir porque es tocar a la Iglesia, tocar al pueblo santo de Dios, tocar a todos los pueblos. Un sacerdote se hace sacerdote para servir, al servicio del pueblo de Dios, no para hacer carrera, no por dinero. Esta mañana en la misa estaba la Lectura bíblica sobre la curación de Naamán el sirio y decía que este Naamán quería dar dones después de haber obtenido la curación. Pero el profeta Eliseo los rechazó. La Biblia continúa: el ayudante del profeta Eliseo, cuando se habían marchado, dejó bien al profeta y se apresuró a seguir a Naamán y a pedirle los dones para él. Y Dios dijo: «La lepra que tenía Naamán será para ti». Me temo que los hombres y mujeres de la Iglesia, especialmente nosotros, los sacerdotes, no tenemos esa cercanía gratuita con el pueblo de Dios que es el que nos salva. Y ser como el siervo de Naamán: sí, ayudar, pero luego volver por los dones. De esa lepra tengo miedo. Y el único que nos salva de la lepra de la avaricia, de la soberbia, es el pueblo santo de Dios. Aquello de lo que Dios habló con David: «Te he sacado del rebaño, no te olvides del rebaño». Aquello de lo que habló Pablo a Timoteo: «Acuérdate de tu mamá y de tu abuela que te amamantaron en la fe», es decir, no pierdas la pertenencia al pueblo de Dios para convertirte en una casta privilegiada de consagrados, clérigos, lo que sea. El contacto con la gente nos salva, nos ayuda, damos la Eucaristía, la predicación, nuestra función. Pero ellos nos dan la pertenencia. No olvidemos esta pertenencia al pueblo de Dios. ¿Qué encontré en Iraq, en Qaraqosh? No me imaginaba las ruinas de Mosul, realmente no me las imaginaba… Sí, puede que haya visto cosas, puede que leí el libro, pero esto toca, es conmovedor. Lo que más me conmovió fue el testimonio de una madre de Qaraqosh. Un sacerdote que conoce realmente la pobreza, el servicio, la penitencia, y una mujer que perdió a su hijo en los primeros atentados del Isis dieron su testimonio. Ella dijo una palabra: perdón. Me conmovió. Una madre que dice: Yo perdono, pido perdón por ellos. Me acordé de mi viaje a Colombia, de aquel encuentro en Villavicencio donde tantas personas, mujeres sobre todo, madres y esposas, hablaron de su experiencia del asesinato de sus hijos y maridos. Decían: «Yo perdono, yo perdono». Hemos perdido esta palabra, sabemos insultar en gran medida, sabemos condenar en gran medida, yo en primer lugar. Pero perdonar… perdonar a nuestros enemigos, esto es puro Evangelio. Esto es lo que más me llamó la atención en Qaraqosh.
Quería saber qué sintió desde el helicóptero al ver la ciudad destruida de Mosul y después al rezar en las ruinas de una iglesia. Si se me permite, ya que es el Día de la Mujer, quería hacer una pequeña pregunta sobre las mujeres también. Usted apoyó a las mujeres de Qaraqosh con palabras muy hermosas, pero ¿qué piensa del hecho de que una mujer musulmana enamorada no pueda casarse con un cristiano sin ser descartada por su familia o algo peor?
De Mosul he dicho un poco «de pasada» lo que sentí. Me detuve frente a la iglesia destruida, no tenía palabras. Increíble, increíble… No sólo esa iglesia sino también otras iglesias, incluso una mezquita destruida. Se nota que no estaba de acuerdo con esta gente. Increíble la crueldad humana que tenemos. En este momento, no quiero decir la palabra, empezamos de nuevo: miremos a África. Y con nuestra experiencia en Mosul, estas iglesias destruidas y todo lo demás, crea enemistad, guerra, y también el denominado Estado Islámico comienza a actuar de nuevo. Esto es algo malo, muy malo. Una pregunta que me vino a la mente en la iglesia fue la siguiente: ¿pero quién vende las armas a estos destructores? ¿Por qué no fabrican ellos mismos las armas en casa? Sí, se fabricarán algunos artefactos… ¿Pero quién vende las armas? ¿Quién es el responsable? Al menos pediría a los que venden las armas la sinceridad de decir: nosotros vendemos las armas. No dicen eso. Es feo.
Ahora las mujeres. Las mujeres son más valientes que los hombres, pero eso siempre ha sido así. Pero las mujeres son humilladas aún hoy, llegamos a ese extremo: una de ustedes me mostró la lista de precios de las mujeres (preparada por el Isis que compró mujeres cristianas y yazidíes, ndr.). No podía creerlo: si la mujer es así, de tal edad cuesta tanto… Las mujeres se venden, las mujeres se esclavizan. Incluso en el centro de Roma, el trabajo contra la trata de personas es un trabajo cotidiano. Durante el Jubileo fui a visitar una de las muchas casas de la Obra de Don Benzi. Muchachas rescatadas, una con la oreja cortada porque no había llevado dinero ese día, la otra traída desde Bratislava en el maletero del automóvil, una esclava, secuestrada. Esto pasa entre nosotros, ¡eh! La trata de personas. En estos países, especialmente en la parte de África, existe la mutilación como un rito que debe hacerse. Pero las mujeres siguen siendo esclavas y debemos luchar, pelear, por la dignidad de las mujeres. Son ellas las que llevan la historia, no es una exageración, las mujeres llevan la historia y no es un cumplido porque hoy sea el Día de la Mujer. También la esclavitud es así, el rechazo de la mujer… Pensar que en un lugar se discutió si el repudio a la esposa debía darse por escrito o sólo oralmente. ¡Ni siquiera el derecho a tener el acto de repudio! Y esto sucede hoy, pero para no desviarnos pensemos en el centro de Roma, en las chicas que son secuestradas y explotadas. Creo que ya he dicho todo sobre este tema. Les deseo un buen final de viaje y les pido que recen por mí que lo necesito.
Fuente: Vatican News