La Familia Salesiana del Rímac le brindó a San Juan Bosco un cálido y merecido homenaje. Alumbrando con su amor por donde pasaba, la imagen del fundador de los Salesianos, recorrió las principales calles del distrito bajopontino, donde niños y jóvenes fueron los más emocionados y agradecidos con la figura que significa para ellos Don Bosco.
La apertura de la celebración inició con la misa central, presidida por el padre Inspector, Manuel Cayo sdb y concelebrada por el director de la Obra del Rímac, el P. Juan Pablo Alcas sdb y salesianos religiosos.
Durante la homilía, el padre Inspector agradeció la presencia de los jóvenes y miembros de Familia Salesiana, en especial a las obras de Breña, Rímac y Magdalena. Posteriormente, rescató en Don Bosco la cercanía, el trato personal, el acompañamiento que tenía con los jóvenes. Cuidaba a cada uno de sus chicos, los protegía y cultivaba el arte de confiar. “Lo primero que hacia Don Bosco era abrir el corazón”. Finalmente manifestó, “cuando hablemos de la grandeza de Don Bosco no solo miremos las obras, que son grandes, sino también miremos el espíritu, que para él significó cuidar a todos sus jóvenes como si fueron sus hijos”
Al término de la Eucaristía toda la familia salesiana se reunió en el patio central del oratorio para dar inicio a la procesión. En el recorrido participaron padres de familia, jóvenes, exalumnos salesianos y cientos de feligreses que llevaban en hombros la imagen de Don Bosco. Una vez terminado el recorrido, retornaron al oratorio donde la celebración culminó con la bendición de Santísimo, coronando de esta manera la tarea que nos deja San Juan Bosco, de continuar la huellas de Jesús.