«¿Los perdono? Ciertamente. Y lo hago con todo mi corazón». Desde su cama del hospital en Nairobi (Kenia), donde fue operado para limpiar las heridas de las balas, el padre Christian Carlassare asegura que no quiere condenar a los pistoleros que en Sudán del Sur le hirieron en las piernas con rifles Kalashnikov tras atacarle en su casa: «Lo hago porque son jóvenes y seguramente no actuaron por una razón contra mí. Sospecho que alguien les encargó esto.
Por lo tanto, siento que puedo perdonarlos, como perdono a los que los llevaron a comportarse así. Y lo hago en nombre de todo el pueblo de Rumbek que, cuando me dispararon, estaba fuera del hospital de la ciudad y del aeropuerto, diciéndome: «padre no nos abandones, padre vuelve. No querían dejarme marchar para no perder a su obispo». Luego añade, con voz serena, sin un ápice de resentimiento, que lo que ofrece «es un perdón que pide unidad, escucha y capacidad de resolver los problemas buscando el bien de todos».
– Recordar es doloroso, ¿puede decirnos qué pasó la noche de la emboscada?
Ya estaba en la cama cuando oí que alguien estaba tocando la puerta principal. Me levanté y traté de averiguar qué estaba pasando. Al cabo de diez minutos, las dos personas armadas con kalashnikovs empezaron a disparar a la cerradura de la puerta.
En ese momento, empecé a pedir ayuda: mantuve la puerta firme con la mano y un pie mientras intentaba ponerme a cubierto detrás de una pared. Un sacerdote de la diócesis de Rumbek, que vive conmigo, salió alarmado de su habitación e inmediatamente pensé que era mejor salir de la casa para hablar con estas personas. En cuanto salí afuera, en pocos segundos, el rifle que me apuntaba a las piernas hizo seis o siete disparos, cuatro de los cuales me alcanzaron.
– En su opinión, ¿cuál podría ser la razón de este ataque?
Es difícil de saber. Ahora la investigación está en marcha y se espera que surja la claridad. Mi impresión es que el robo no puede ser el motivo. Pero también excluyo el asesinato porque, si hubieran querido matarme, lo habrían hecho muy fácilmente. Creo que es un acto de intimidación, una advertencia.
– Usted siempre ha apostado por el diálogo y la reconciliación en el país, sacudido también por los odios tribales. ¿Podría su lesión poner fin a su sueño de paz?
No es un sueño mío, sino de toda la Iglesia. Es el mensaje del Evangelio el que no puede cambiar ante los obstáculos y las dificultades. La situación de cruz que vivimos nos obliga, en efecto, a ser aún más fieles al mensaje del Evangelio, sabiendo también que el precio puede ser pagado.
– Parece una acción necesaria porque el país necesita salir de la espiral de violencia…
Sí. Será un compromiso que continuará. El gobierno de unidad nacional debe llegar a todos los territorios de la nación y también debe ser compartido por todos «los clanes» del país.
– El mundo ha estado conteniendo la respiración por usted en estas horas. ¿Le gustaría dirigir un mensaje a todos los que se han preocupado por su estado de salud?
Yo, personalmente, he sufrido este perjuicio, pero el pueblo de Sudán del Sur ha sufrido mucho más en las últimas décadas. Y, por ello, llamo al mundo a compartir esta solidaridad con el pueblo de Sudán del Sur y con los pueblos de todos los continentes, tratando de entender que estos casos aislados, que hacen tanto ruido, no deben hacernos perder la esperanza y cegarnos tapando lo bueno que hay en el mundo y, sobre todo, en África.
Fuente: Vatican News