MADRID (ACI).- Mario Vargas Llosa, el premio Nobel de Literatura que se declara agnóstico y ferozmente opuesto a las enseñanzas morales de la Iglesia, ha escrito una columna sindicada para el mundo hispanohablante en la que elogia la talla espiritual e intelectual de Benedicto XVI, y señala que su partida es una pérdida para el mundo de la cultura y del espíritu.
«No sé por qué ha sorprendido tanto la abdicación de Benedicto XVI; aunque excepcional, no era imprevisible. Bastaba verlo, frágil y como extraviado en medio de esas multitudes en las que su función lo obligaba a sumergirse, haciendo esfuerzos sobrehumanos para parecer el protagonista de esos espectáculos obviamente írritos a su temperamento y vocación», escribe Vargas Llosa en la columna sindicada por el diario español El País, principal representante del socialismo anticlerical español.
El literato peruano señala que el Papa Benedicto «reflexionaba con hondura y originalidad, apoyado en una enorme información teológica, filosófica, histórica y literaria, adquirida en la decena de lenguas clásicas y modernas que dominaba».
«Aunque concebidos siempre dentro de la ortodoxia cristiana pero con un criterio muy amplio, sus libros y encíclicas desbordaban a menudo lo estrictamente dogmático y contenían novedosas y audaces reflexiones sobre los problemas morales, culturales y existenciales de nuestro tiempo que lectores no creyentes podían leer con provecho y a menudo –a mí me ha ocurrido– turbación», agrega Vargas Llosa.
El premio Nobel de literatura señala luego que a Benedicto XVI «le ha tocado uno de los periodos más difíciles que ha enfrentado el cristianismo en sus más de dos mil años de historia. La secularización de la sociedad avanza a gran velocidad, sobre todo en Occidente, ciudadela de la Iglesia hasta hace relativamente pocos decenios».
«Nadie puede negar que Benedicto XVI trató de responder a estos descomunales desafíos con valentía y decisión, aunque sin éxito. En todos sus intentos fracasó, porque la cultura y la inteligencia no son suficientes para orientarse en el dédalo de la política terrenal y enfrentar el maquiavelismo de los intereses creados y los poderes fácticos en el seno de la Iglesia».
Benedicto XVI, agrega Vargas Llosa, «fue el primer Papa en pedir perdón por los abusos sexuales en colegios y seminarios católicos, en reunirse con asociaciones de víctimas y en convocar la primera conferencia eclesiástica dedicada a recibir el testimonio de los propios vejados y de establecer normas y reglamentos que evitaran la repetición en el futuro de semejantes iniquidades».
Según el escritor peruano, el Papa Benedicto pasó de ser un teólogo «progresista» durante el Concilio Vaticano II a ser «un adversario resuelto de la Teología de la Liberación y de toda forma de concesión en temas como la ordenación de mujeres, el aborto, el matrimonio homosexual e, incluso, el uso de preservativos«.
«Los no creyentes», señala Vargas Llosa, «haríamos mal en festejar como una victoria del progreso y la libertad el fracaso de Joseph Ratzinger en el trono de San Pedro. Él no solo representaba la tradición conservadora de la Iglesia, sino, también, su mejor herencia: la de la alta y revolucionaria cultura clásica y renacentista que, no lo olvidemos, la Iglesia preservó y difundió a través de sus conventos, bibliotecas y seminarios».
La soledad de Benedicto XVI y «la sensación de impotencia que parece haberlo rodeado en estos últimos años», concluye el premio Nobel «es sin duda factor primordial de su renuncia, y un inquietante atisbo de lo reñida que está nuestra época con todo lo que representa vida espiritual, preocupación por los valores éticos y vocación por la cultura y las ideas».
Mario Vargas Llosa es uno de los ensayistas más apasionados e inteligentes de nuestro tiempo y nunca será un acto ocioso de nuestra parte acercarnos a él para cotejar lo que pensamos con la sintaxis del peruano.