(RV).- A las 16.30 de la tarde de este viernes, en el Aula Pablo VI, el Papa Francisco recibió en Audiencia a los participantes en el Encuentro internacional “El proyecto pastoral de Evangelii Gaudium” organizado por el Pontificio Consejo para la promoción de la nueva evangelización, que se realiza en el Vaticano del 18 al 20 de septiembre. El Obispo de Roma recordó a todos la misión principal de la Iglesia: evangelizar: este es el “tiempo favorable” subrayó, es el momento del compromiso concreto, es el contexto dentro del cual estamos llamados a trabajar para hacer crecer el Reino de Dios.
(RC-RV)
TEXTO COMPLETO DEL DISCURSO DEL PAPA
Queridos hermanos y hermanas, buenas tardes.
Estoy contento de tomar parte en sus trabajos y agradezco a Mons. Rino Fisichella por su introducción. También agradezco la belleza de este marco de vida: ¡esto es vida! ¿eh? Gracias.
Ustedes trabajan en la pastoral en diversas Iglesias del mundo, y se han reunido para reflexionar juntos sobre el proyecto pastoral de la Evangelii gaudium. En efecto yo mismo he escrito que este documento tiene un “significado programático y consecuencias importantes” (n. 25). Y no podría ser de otra manera cuando se trata de la misión principal de la Iglesia, o sea ¡evangelizar! Hay momentos, sin embargo, en los que esta misión se vuelve más urgente y nuestra responsabilidad tiene necesidad de ser reavivada. Me viene a la mente, ante todo, las palabras del Evangelio de Mateo donde se dice que Jesús «viendo a la gente, sintió compasión porque estaban cansados y agobiados, como ovejas sin pastor » (Mt 9,36). ¿Cuantas personas, en las tantas periferias existenciales de nuestros días, están “cansadas y agotadas” y espera a la Iglesia, ¡nos esperan a nosotros! ¿Cómo poderlas alcanzar? ¿Cómo compartir con ellas la experiencia de la fe, el amor de Dios, el encuentro con Jesús? Es esta la responsabilidad de nuestras comunidades y de nuestra pastoral.
El Papa no tiene la tarea de «ofrecer un análisis detallado y completo sobre la realidad contemporánea» (Evangelii gaudium, 51), sino invita a toda la Iglesia a acoger los signos de los tiempos que el Señor nos ofrece sin cesar. ¡Cuántos signos están presentes en nuestras comunidades y cuantas posibilidades nos pone el Señor adelante para reconocer su presencia en el mundo de hoy! En medio a realidades negativas, que como siempre hacen más bulla, nosotros vemos también tantos signos que infunden esperanza y dan valor. Estos signos, como dice la Gaudium et spes, deben ser releídos a la a la luz del Evangelio (cfr n. 4 e 44): este es el “tiempo favorable” (cfr 2 Cor 6,2), es el momento del compromiso concreto, es el contexto dentro del cual estamos llamados a trabajar para hacer crecer el Reino de Dios (cfr Jn4, 35-36). ¡Cuánta pobreza y soledad lamentablemente vemos en el mundo de hoy! ¡Cuántas personas viven en gran sufrimiento y piden a la Iglesia ser signo de la cercanía, de la bondad, de la solidaridad y de la misericordia del Señor!. Esta es una tarea que de manera particular compete a cuantos tienen la responsabilidad de la pastoral: al obispo en su diócesis, al párroco en su parroquia, a los diáconos en el servicio de la caridad, a los catequistas y a las catequistas en su ministerio de transmitir la fe. En conclusión, todos aquellos que están comprometidos en los diversos ámbitos de la pastoral están llamados a reconocer y leer estos signos de los tiempos para dar una respuesta sabia y generosa. Ante tantas exigencias pastorales, ante tantos pedidos de hombres y mujeres, corremos el riesgo de asustarnos y de encerrarnos en nosotros mismos, en una actitud de miedo y defensa. Y de ahí nace la tentación de la autosuficiencia y del clericalismo, aquel modo de codificar la fe en reglas y normas, como hacían los escribas, los fariseos y los doctores de la ley del tiempo de Jesús. Tendremos todo claro, todo ordenado, pero el pueblo creyente y en búsqueda continuará a tener hambre y sed de Dios. También, he dicho algunas veces que la Iglesia se parece a un hospital de campaña: tanta gente herida, tanta gente herida… que nos pide cercanía, que nos piden aquello que pedían a Jesús: cercanía, proximidad. Y con esta actitud de los escribas, de los doctores de la ley y fariseos, ¡jamás! – ¡jamás! daremos un testimonio de cercanía.
Hay una segunda palabra que me hace reflexionar. Cuando Jesús narra sobre el dueño de una viña que, teniendo necesidad de obreros, salió de su casa en diferentes horas del día para llamar a trabajadores para su viña (cfr. Mt 20,1-16). No salió una sola vez. En la parábola de Jesús dice que salió al menos cinco veces: al alba, a las nueve, a medio día, a las tres y a las cinco de la tarde. Todavía tenemos tiempo que venga a nosotros, ¿eh? Tenía tanta necesidad en la viña y este señor ha tenido todo el tiempo para ir a las calles y a las plazas del país a buscar obreros. Piensen en aquella última hora: ninguno le había llamado; quien sabe cómo podían sentirse, porque al final de la jornada no habrían llevado a casa nada para alimentar a sus hijos. Esto, a todos los que son responsables de la pastoral pueden encontrar un bonito ejemplo en esta parábola. Salir en diversas horas del día para ir y encontrar a aquellos que están en búsqueda del Señor. Alcanzar a los más débiles y a los más necesitados para darles el apoyo de sentirse útiles en la viña del Señor, aunque sea solamente por una hora.
Otro aspecto: no seguimos, por favor, la voz de las sirenas que llaman a hacer de la pastoral una confusa serie de iniciativas, sin lograr captar lo esencial del compromiso de la evangelización. A veces parece que estamos más preocupados de multiplicar las actividades en vez de estar atentos a las personas y su encuentro con Dios. Una pastoral que no tiene esta atención se vuelve poco a poco estéril. No olvidemos de hacer como Jesús con sus discípulos: después de que ellos habían ido por las aldeas a llevar el anuncio del Evangelio, regresaban contentos por el éxito; pero Jesús los lleva aparte, a un lugar aislado para estar junto a ellos (cfr Mc6,31). Una pastoral sin oración y contemplación no podrá alcanzar jamás el corazón de las personas. Se detendrá en la superficie sin permitir que la semilla de la Palabra de Dios pueda nacer, germinar, crecer y dar fruto (cfr Mt 13, 1-23).
Sé que todos ustedes trabajan bastante, y por esto quiero decirles una última cosa importante: paciencia. Paciencia y perseverancia. El Verbo de Dios ha entrado en paciencia, en el momento de la Encarnación, y así hasta la muerte en la cruz. Paciencia y perseverancia. No tenemos la “varita mágica” para todo, pero poseemos la confianza en el Señor que nos acompaña y que no nos abandona jamás. En las dificultades como en las desilusiones que están presentes frecuentemente en nuestro trabajo pastoral, tenemos necesidad de disminuir jamás la confianza en el Señor y en la oración que la sostiene. No nos olvidemos, de todas maneras, que la ayuda nos viene dada, en primer lugar, justamente de todos aquellos que nosotros hemos acercado y sostenido. Hagamos el bien, pero sin esperar la recompensa. Sembremos y demos testimonio. El testimonio es el inicio de una evangelización que toca el corazón y lo transforma. ¿Eh?, las palabras sin el testimonio no son, ¿eh?, no sirven. El testimonio es lo que lleva y da validez a las palabras.
¡Gracias por su compromiso! Los bendigo y, por favor, no se olviden de rezar por mí, porque yo debo de hablar tanto: también para que yo de un poco de testimonio cristiano. Gracias.