Nicaragua vive una de las crisis más profundas de su historia. En medio de la violencia y la angustia, el pueblo es reprimido por denunciar las arbitrariedades del gobierno y nadie puede protestar ni con la presencia de los organismos internacionales de derechos humanos. El diálogo nacional se ha visto truncado y los obispos de la conferencia episcopal continúan su misión pastoral de pedir la paz y acompañar al pueblo.
El gobierno de Daniel Ortega ha lanzado una fuerte y clara amenaza contra la Iglesia católica. Por todos los medios posibles quiere que la población crea que los católicos son quienes promueven la violencia. Por su parte, los obispos reiteran su compromiso con la población estando cerca de quienes sufren, del lado de quienes son asediados por la ideología de un gobernante autoritario, aferrado al poder y que ha perdido toda la credibilidad al promover una “paz camuflada”.
En medio de esta situación, los misioneros salesianos continúan acompañando al pueblo aunque tomando medidas de seguridad para ellos y en las instalaciones educativas y parroquiales: la obra de Managua vuelve a la normalidad con sus actividades, en Masaya, sin embargo, la violencia no ha cesado y las amenazas de saquear los templos continúan latentes. La obra de Granada, por su parte, continúa con sus actividades pero las eucaristías se realizan con las puertas cerradas.
El pasado 9 de julio los obispos emprendieron su visita al departamento de Carazo, al municipio de Diriamba, fuertemente asediado por paramilitares, policías y grupos afines al gobierno. La comitiva iba encabezada por el Nuncio apostólico, monseñor Waldemar Stanilaw, el cardenal Leopoldo Brenes, arzobispo de Managua y monseñor Silvio Báez, obispo auxiliar. Desde su llegada fueron atacados física y verbalmente entre consignas.
Esta situación de violencia hizo que desearan retirarse, pero decidieron dirigirse a la basílica menor San Sebastián para liberar a personas que se encontraban refugiadas. La presión fue tanta que llegaron a los golpes. Entre tanto forcejeo, el obispo auxiliar y varios sacerdotes resultaron heridos aunque evitaron que tomaran el templo.
Los grupos afines al gobierno hacen creer, con sus acciones, que la Iglesia apoya la violencia. Ese mismo día, el templo parroquial Santiago Apóstol, en Jinotepe, fue saqueado por grupos paramilitares, quienes en un acto de violencia entraron a destruir todo lo que encontraron a su alcance.
Pero en medio de la angustia y el dolor que está produciendo esta situación, el pueblo nicaragüense no pierde la esperanza y las protestas por las injusticias cometidas por el Gobierno continúan produciéndose con la convocatoria de paros y manifestaciones a la espera de que la paz se haga realidad.