El P. Casimiro Iraola parte a los 90 años de edad, 70 de profesión religiosa y 40 de ordenación sacerdotal.
Hijo de una familia española de profundas raíces cristianas, conoció a los salesianos en el Aspirantado de Astudillo y, habiéndose prendado del carisma de Don Bosco, decidió consagrar su vida al Señor en el servicio de los jóvenes. Hecha la profesión religiosa como salesiano coadjutor en Mohernando, la obediencia lo destinó a la casa de San Fernando, famosa Escuela Profesional confiada a los salesianos por la Diputación de Madrid. Junto con la comunidad salesiana, como Maestro sastre que era, el P. Casimiro acompañó a generaciones de muchachos huérfanos a hacerse un porvenir en la vida. Su anhelo misionero y el inmenso deseo de servir también con el ministerio sacerdotal encontró eco cuando en 1975 el entonces inspector del Perú, P. Jorge Sosa, de paso por España, lo invitó al Perú.
Pasó ocho años en la Casa inspectorial de Lima, alternando los momentos de estudio con esa frenética e intensa labor pastoral y catequética que siempre lo caracterizó, entre los jóvenes obreros de la zona marginal del centro de Lima y en los encuentros juveniles promovidos por el P. Ennio Leonardi, palestra de jóvenes vocaciones cristianas a la vida consagrada, al sacerdocio y a la vida laical comprometida. Ya sacerdote, luego de su breve paso por Magdalena del Mar y el Callao; siempre dedicado a la animación pastoral: en Arequipa, por cinco años, fue testigo de su celo incansable, de su alegría contagiosa y de su trabajo codo a codo con los jóvenes.
El P. Casimiro amó al Perú, su patria de misión, identificado con su historia y consciente de sus fortalezas y desafíos, gestionó y obtuvo la nacionalidad peruana. Destinado a Piura en 1991, su fervor apostólico fue consolidándose aún más. Alumnos, colaboradores, maestros y padres de familia del Colegio Salesiano Don Bosco le recuerdan con cariño. Como Rector del Santuario de María Auxiliadora de Piura, ayudó a incrementar y mantener siempre vivo el característico afecto mariano de esta ciudad norteña. Fue perseverante en la atención de las confesiones. Como predicador, su palabra alimentaba y llenaba de fervor a sus oyentes. Dirigió con acierto y creatividad la hojita de formación dominical, “La Campanilla”, fundada por Mons. Octavio Ortiz Arrieta. Acompañó por mucho tiempo a diversos grupos de nuestra Familia Salesiana, animándoles en la formación, el testimonio y el apostolado.
Siempre entre los jóvenes, acompañándoles en sus búsquedas, fundó con ellos el grupo “Camino”; con ellos y con grupos de la Familia Salesiana se lanzó a las periferias de Piura fundando Oratorios y reuniendo pequeñas comunidades cristianas. Siempre optimista, siempre fraterno, contagiaba confianza y serenidad.
Tenaz y recto, trabajador y buen observador, siempre tenía una palabra oportuna para llegar al corazón. Los achaques de la salud y los fuertes temporales que azotaron Piura en el año 2017 motivaron su traslado a Lima. Aún allí siguió brindando fraternidad, cercanía y el precioso don de su ministerio. Dios premie a nuestro hermano por su entrega fiel y generosa, y por su segura intercesión, conceda a nuestra Congregación e Inspectoría las vocaciones salesianas que los jóvenes de hoy necesitan.
Escrito por: Sac. Rafael M. Vildozo