Nueva Esperanza es algo distinto. Un lugar que ha acogido muy bien la obra salesiana. Y además, una zona con gente luchadora que quiere salir adelante.
El asentamiento es alejado, un poco triste. Un apéndice al oeste del plano de la ciudad. Pero, a la vez, otro mundo. Se necesitan veinte minutos desde el centro de Piura para llegar hasta Nueva Esperanza. Mientras, dormitas en la combi, y la ciudad va haciéndose cada vez menos ploma; y, las construcciones, mudan a un lugar siempre en crecimiento, siempre cambiante, ‘peligroso’.
Nueva Esperanza es un mundo disímil, porque pertenece a las catalogadas zonas rojas de Piura. Pero, sobre todo, porque ahí los Salesianos depositaron sus esperanzas: Hace 26 años, construyeron el Cetpro María Mazzarello, un cuadrilátero de paredes blanquiazul, levantado en la avenida Juan Velasco Alvarado en Nueva Esperanza que, en estas fechas y desde hace diez años, elabora panetones para solventar lo que viene haciendo: Hacer de las mujeres jóvenes de este retazo de tierra yerma, unas verdaderas empresarias, bajo la marca neta de “María Auxiliadora”.
En el interior del Cetpro, en la sala número tres: “Panadería y fruta confitada”; Sor Maribel Mesa Sánchez, se abre paso entre mostradores, sobre un piso bien lustrado. Lleva blusa inmaculada, falda ploma, y amplios lentes. Desde hace un año, vino desde su natal Huancayo, y se internó en los arenales de Nueva Esperanza. “Pero no me puedo arrepentir, porque aquí el trato es maravilloso”, dice esta tarde en que la visito. Al costado, doña Mercedes Mauriola -encargada general de la producción- saca los doscientos panetones de un cuarto de kilo, del horno moderno donado por una institución belga.
Antes de venir a Piura, sor Maribel trabajaba en la obra de su pueblo: un conjunto de casitas serranas, ocultadas por las montañas y nubes. Un día –dice- cuando estaba en su alcoba de segunda planta, sus superioras le dijeron que tenía que venir a Piura, al Cetpro María Mazzarello donde, actualmente, es la encargada del área de panadería y repostería.
Lleva, apenas, un año en nuestra ciudad, pero dice que “bastó con el cariño de la gente neoesperanzina” para darse cuenta que, este asentamiento, no era aquel que le habían descrito.
-En este lugar, sin embargo, hay muchas chicas (principalmente) que no tienen recursos suficientes para salir adelante. Por eso les ayudamos a que ellas mismas hagan sus productos y sean empresarias de éxito. Con esto se ayudan, y ayudan al Cetpro en su mantenimiento. Y así… para seguir formando a más muchachas que vienen de afuera, y quieren tener un futuro prometedor.
Con lo recaudado el año pasado –cuenta sor Maribel- se pintó los umbrales del Cetpro y se refaccionó algunas estructuras. Además, se implementaron aulas y talleres para las mujeres pobres de la zona. Pero, más que eso, se logró albergar a cerca de veinte alumnas por taller, que ahora ya saben cocer, elaborar pan, enseñar a los niños; y pueden formar su propio negocio y, obviamente, trabajar para cualquier empresa.
Huele a masa mantecosa a punto de salir del horno. Doña Mercedes Mauriola se acaba de colocar las manoplas y, con suma sutileza, saca el molde con doscientos panetones, salpicados de fruta confitada. “Cada quien tiene su forma de hacerlo, lo que caracteriza a María Mazzarello, es que hacemos todo fresco, de acuerdo a lo que se pide”, comenta mientras el horno expele el aroma a panetón.
En la estrecha ‘oficina’ de doña Meche –tez trigueña, guayabera blanca, sandalias de goma- hay moldes, manteca, harina, y fruta confitada picada en cuadraditos. Al costado, un horno que cuece masa, antes preparada, perfectamente modelada.
-Eso es lo que queremos que se vea. Que nosotros elaboramos producto ‘fresco’ y de calidad. Uno, porque estamos convencidos de que así la gente se fijará en nosotros; y otro, porque hay que ser honestos con lo que se brinda.
Aún las nubes de las seis de la mañana rondan el cielo de Nueva Esperanza, cuando empieza la elaboración de los panetones. Pero en realidad, según Mechita, el trabajo da inicio en julio, con la selección de la fruta confitada. “Prácticamente nosotros hacemos todo. No compramos nada de afuera, incluso la fruta que lleva, se hace aquí” dirá, minutos después, sor Maribel.
“La elaboración de la fruta seca, es un proceso bastante especial. Para empezar, porque no es fruta la que se prepara, sino papaya a medio madurar. Esa papaya la traemos de Tambogrande, y las preparamos con azúcar y canela al punto. Luego se le agrega el colorante”, me ilustra doña Mercedes en la esta sala que huele a pan calentito.
Cuando le pregunto cuán ha sido la acogida de este Cetpro en Nueva esperanza, me responde que “buena. El problema es la zona. Sin embargo, ha bajado mucho la delincuencia. Hay pandillaje, sí. Pero gracias a Dios, hay un respeto todavía. Porque, como dicen, esta es la casa de la Virgen, y es Ella quien cuida su casa. Como dije, Nueva Esperanza es algo distinto. Un lugar que ha acogido muy bien la obra. Y además, una zona con gente luchadora, que quiere salir adelante. Nosotros tratamos de responder a la gente pobre, necesitada, que no tiene posibilidades de surgir, porque muchas no tienen estudios básicos, o no han tenido secundaria, ni nada. Entonces tratamos de darle una posibilidad, que permita que salgan de su realidad. Acá no les pedimos certificado de estudios, porque estamos convencidos de que, el querer surgir, no está en un papel, sino en las ganas que le pongas. Y es un poco promover pequeñas empresarias. Y que salgan adelante desde sus hogares. Esa es la brega”.
Eso es todo. Todo lo demás -según Sor Maribel- es esfuerzo, es empeño.
Corresponsales Escolares : Luis Paucar Temoche y Denis Arroyo
Fuente: Alexander Guerrero – Red Comunicadores Salesianos