Hoy nos detenemos en la primera de esas banderas: Prioridad por los jóvenes, los más pobres, con alto riesgo social y de vulnerabilidad. Para nosotros, salesianos, los jóvenes son nuestra principal preocupación, nacimos para responder a sus demandas y desafíos. Y la realidad de nuestro país hace que nuestra tarea sea más necesaria y decisiva todavía.
En general, la sociedad ve al adolescente y al joven con miedo, como algo peligroso que puede hacerle daño. Al mismo tiempo, nos hemos acostumbrado a verlos tirados en la calle, drogándose o alcoholizándose. Durante mucho tiempo, el adolescente fue visto como el futuro del país y, por lo tanto, fue uno de los grupos más protegidos de la sociedad. Se invertía en educación, en formación. Desde los años 80 en adelante, pasó a ser el sector más vulnerable. Ya no hay políticas para este sector y hoy tenemos muchos jóvenes fuera del sistema, sin proyectos de vida.
Las cifras sociales del universo jóvenes en nuestro país resultan aterradoras: el índice de desempleo en varones menores de 30 es de 19,8%. En el caso de las mujeres, alcanzó el 25,2%. La tasa global de desocupación se sitúa en el 13,2%.
Según datos de Unicef, al día de hoy el porcentaje de niños, adolescentes y jóvenes que viven en la pobreza en Perú pasó del 26,9% en 2019, al 39,9% en 2020, como consecuencia directa de la pandemia. Son más de dos millones los chicos de entre 15 y 24 años que no estudian ni trabajan. Hay un 21% de los jóvenes que las estadísticas contabilizan como “indigentes”.
Al mismo tiempo, crece el consumo de drogas sociales e ilegales: los estudios nacionales determinan que el 59,7% en la población de 12 a 15 años y 87,3% en los jóvenes de 19 a 24 años consume alcohol. Por otra parte, los resultados de la Encuesta Nacional de Consumo de Drogas en Estudiantes (ENCODE) muestran que a nivel nacional el 17,2% de los jóvenes de secundaria y bachillerato han consumido drogas alguna vez en la vida, en los hombres 18,6% y en las mujeres 15,9%. Se carece de estrategias y de políticas para este segmento de la población, el más expuesto a la falta de empleo y a la marginalidad.
Ante estos números y la realidad que reflejan, no podemos quedarnos de brazos cruzados. Por eso, nuestra primera bandera manifiesta la siguiente opción de fondo:
Presencia y defensa son las dos palabras que sintetizan esta bandera y que son para nosotros un estímulo que nos lleva a estar donde no podemos faltar, para ser fieles a este carisma que nos hace samaritanos de los jóvenes.
Escribe: Padre Manuel Cayo sdb
Superior Provincial de Perú