No puede ser -se decía- que estos muchachos no encuentren el sentido de su vida. Don Bosco no era ni un mago ni un científico que tuviera recetas o respuestas para solucionar esos problemas. Pero con la reflexión y la oración se pone en contacto con Jesucristo que es el principio y el fin de todo.
Y en Él y con Él encuentra la luz para dar los primeros pasos y abrirse a las urgencias del tiempo. Las energías que había descubierto en los jóvenes presos debían ser encausadas. Entonces busca la forma de crear un ambiente para que los chicos que vagaban por las calles no fueran a parar entre rejas. Los entretiene y orienta. Gradualmente va experimentando que está en buen camino.
“La educación es empresa de corazones y… el dueño de los corazones es Dios. Nosotros no podemos nada si Dios no nos enseña el arte y no nos pone la llave en las manos”, piensa. – ¿Qué hacer? –
Basado en otras experiencias, traza las líneas de un Sistema Educativo que denomina Preventivo. Es decir, hacer que los jóvenes sean preparados en valores humanos de rectitud y honestidad para que no lleguen a delinquir y a parar en la cárcel.
Como educador cristiano pone tres pilares básicos para este sistema educativo: la Razón, la Religión y la Amabilidad (amor manifestado)