Hoy sábado 16 de mayo, el padre Pablo nos invita a entender que “la fe es un proceso, un camino que no siempre es claro y llano”.
Así como María, quien aprendió en su experiencia de creyente, nosotros también debemos aceptar los procesos que Dios tiene para nuestras vidas. “Familiarizarse con Dios no es una garantía de una vida de fe sin dificultades”, afirma el padre Pablo.
Sin embargo, cuando se dan estas crisis de fe, el creyente no debe temer. Es ahí cuando debemos fortalecer nuestra fe, nuestra identidad. “No es mejor creyente el que nunca las tiene, sino quien en sus crisis no ha dejado de buscar a Dios”.
Muchos de nosotros seguimos caminando sin Dios, creemos que él siempre está presente en nuestro camino, pese a que no le prestamos atención ni cuidado. Y es que, a veces, no caemos en cuenta de que la vida de fe hay que cuidarla, alimentarla.
Y para responder a esta reflexión, el padre Pablo nos invita a poner en evidencia el evangelio donde María y José pierden a Jesús. Y es ahí cuando entramos al mundo de las especulaciones, de las suposiciones, de la incertidumbre. ¿Dónde está Jesús? ¿No estaba contigo? ¿No lo agarrabas de la mano? ¿Estará con algún pariente? ¿Dónde estará? ¡En suponer se nos puede ir la vida! No podemos pasarnos la vida suponiendo que Dios está allí o allá, con mi madre, con algún pariente.
Las crisis son para anunciarnos el peligro de una rutina que la va ahogando, de un olvido que la va dejando de lado. Pero nuestra actitud debe de ser como la de María y José, quienes salen a buscar explicaciones, respuestas.
Lo que nos deja este segundo día de novena es que, ante la crisis de fe, salgamos al encuentro de Dios. Hagamos un examen de conciencia y retomemos nuestro camino junto a él.
La peor pesadilla de esos dos padres (María y José) es que se les perdiera el hijo. La peor pesadilla del creyente fiel debiera ser quedarse sin su Dios.