(ANS – Damasco) – La guerra civil en Siria continúa destruyendo casas, vidas humanas y también la esperanza y la fe de los niños. «Abuna, estamos cansados … Abuna, ¿dónde está Dios?» Han preguntado muchos jóvenes a don Munir El Rai, Inspector Salesiano para Medio Oriente, que en las últimas dos semanas visitó «la amada Siria», como él la llama. Un informe que narra, entre los acontecimientos bélicos, lo que los salesianos ofrecen a los jóvenes para reaccionar ante la situación.
El lunes 8 de abril, recién llegado a Damasco desde el Líbano, donde asistí a los Ejercicios Espirituales con 22 hermanos, una fuerte explosión sacudió el centro de la capital. Una vez más, la sangre de veinte víctimas se añadió a la de muchos otros. Las personas siguen viviendo en la inseguridad total, debido a frecuentes explosiones, los disparos o los morteros. Se respira un aire de sufrimiento, de tristeza y de dolor. Fui testigo de las lágrimas de dos jóvenes que perdieron a su padre mientras se dirigía al trabajo, y que en el dolor recurrieron de inmediato a nosotros, como parte de la familia.
La situación general en Damasco, ciudad cosmopolita con cerca de 5.000.000 de habitantes, nunca había sido tan dramática y alarmante como en otras ciudades, aunque los sonidos de la guerra se dejan sentir casi todos los días y a todas horas. De hecho, la primera explosión en Damasco tuvo lugar en diciembre de 2011, y algunas otras se sucedieron de forma esporádica.
Desde julio de 2012, la atmósfera ha cambiado drásticamente debido a diversos atentados. Desde entonces, las actividades se llevan a cabo sólo por la mañana, y con un poco de miedo, por la inseguridad del transporte de los niños, cuyo número ha disminuido significativamente.
Al inicio de octubre todavía eran unos 80 niños los que participaban a la apertura del año escolar y a la catequesis de la escuela primaria y secundaria. El 21 de octubre una gran explosión en el centro de la ciudad causó cerca de 15 muertes en Bab Touma, zona prevalentemente cristiana: las actividades de los centros juveniles fueron suspendidas. Desde entonces, las explosiones se han producido esporádicamente en diversos distritos de la ciudad. Los alumnos de las escuelas primarias y secundarias rara vez son convocados, y su presencia se ha reducido en gran medida.
En el 2013, la guerra y las explosiones continuaron, causando muchas víctimas. A pesar de esta situación, se ha tratado de hacer algo. El mes de enero vio el florecimiento de la vida en el centro juvenil, con la presencia de cerca de 140 niños y niñas. Durante los meses de febrero y marzo, sin embargo, el clima de guerra no permitió el curso ordinario de las actividades, y nos instó a buscar otras formas de contacto con los jóvenes y sus familias: visita a un centenar de familias, compuesta de pequeños camping internos por grupos, retiro de dos días para algunos chicos de secundaria; la celebración de la fiesta de Don Bosco, el 7 de febrero, con la presencia de ochenta niños y jóvenes; un retiro de tres días para algunos universitarios; confesiones para unos treinta alumnos de las escuelas primarias y secundarias.
Después de la Pascua, se produjo una cierta recuperación en la participación, pero antes de convocar a los niños, se pide información a los catequistas y colaboradores sobre la situación en los distintos distritos y se decide basados en sus respuestas. Si las circunstancias no cambian, tenemos la intención de trasladar nuestras actividades pastorales y educativas a las familias de nuestros niños y jóvenes, y con frecuentes reuniones de pequeños grupos para un encuentro de tres días de formación humana, espiritual y salesiana.