Carolina Pastor es una joven de 23 años, que encontró en el oratorio del Rímac su pasión por la música. Ella nos cuenta su testimonio y acercamiento al mundo del arte.
Su gusto por la música fue desde siempre, “desde muy pequeña miraba televisión a una orquesta sinfónica y quedaba enamorada”.
Carolina empezó a perseguir sus sueños desde los 13, a pesar de los obstáculos y dificultades . “Yo me escapaba del colegio para ir a mis clases de música”, sostiene. Su madre no estaba conforme con la decisión que su hija estaba tomando, pero el anhelo de esta joven era brillar.
En el oratorio pudo ser parte de un proyecto con la Sinfónica Nacional, a cargo de la maestra Eugenia Cornejo, a quién le agradece y le guarda estima. Tiempo después esta iniciativa se disolvió, pero Carolina no se rindió y desde lo personal decidió continuar con lo aprendido.
Al mismo tiempo estudiaba bioquímica y al no concluir esta carrera, optó por la educación, pero después de culminar esta última se dio cuenta que no era lo suyo y que su gusto por la música lo superaba todo.
Ante este panorama Carolina escogió entrar al conservatorio sin que nadie de su familia lo supiera “me volví independiente desde que decidí estudiar música”. Al lograr ingresar, su alegría fue muy grande que no podía ocultarla.
A partir de ese momento “yo decidí trabajar y pagar mi preparación para el conservatorio (…) mi mamá no podía para pagarme los estudios”. “A ella le costó entender porque no conocía de este mundo y una muestra de protesta para ella fue no ir a mis recitales”. Después de un tiempo su madre la apoyó al ver en su hija la pasión por la música.
“Ahora estamos muy bien y tenemos muy buena relación, le cuento de mis experiencias con mis alumnos”.
“Cuando me fui a un festival de música en Ecuador, toqué en el Parque de la Exposición de Guayaquil, fue un lindo momento”. Es uno de los más gratos recuerdos que conserva en su vida como músico.
Mi vida en el Oratorio
Sus pasos en el oratorio empezaron desde muy pequeña, “Yo llegué al oratorio porque mis padres se conocieron allí”, ellos también querían que su hija viviera la experiencia oratoriana. Si bien es cierto no se bautizó, pudo hacer su primera comunión y la confirmación.
Carolina pudo vivir las distintas etapas del oratorio y los cambios de sacerdote, “De todos los padres que pasaron por el oratorio, al que más recuerdo es al padre Lalo que conocí en mi adolescencia”.
Para ella, el Padre Lalo siempre fue una persona respetable y que daba su tiempo por la formación y educación de los jóvenes. “Siempre trataba de ir a sus charlas y encuentros (…) fue una de mis influencias”.
Una de las dificultades que experimentaba era ser juzgada al expresar su sentir cristiano y no sabía cómo reaccionar “Él me ayudó a defender mi fe”.
Su confirmación fue lo que marcó su vida en su paso por el oratorio, ella rescata el actuar de sus catequistas que pudieron comprenderla y acompañarla, pero además pudo conocer la realidad de los demás jóvenes que también estaban en el mismo proceso “aprendí a ser sensible y a ponerme en el lugar del otro. Confirmé mi fe y prometí retribuirle a Dios todo lo que me había dado”.
Aquí aprendió a admirar a Don Bosco por su entrega con los jóvenes y a ver a María Auxiliadora como su refugio en los momentos de soledad.
Carolina en la actualidad se dedica a la enseñanza musical y destaca en el manejo de instrumentos como el violín y la viola.
Como mensaje hacia los jóvenes nos dice “sean perseverantes y sigan sus sueños, yo seguí los míos y aprendí a dar sin esperar recibir, compartan los talentos que Dios les ha dado y sean optimistas. Confíen en Dios y en la Virgen”.