En sus primeros recuerdos de niñez siempre está presente el Oratorio Salesiano del Rímac, lugar que lo acogió desde los 4 años. Su madre, Vilma Aguilar, quien pertenecía a la Asociación de María Auxiliadora (ADMA), le inculcó y mostró la figura de Don Bosco y María Auxiliadora. Hoy, 25 años después, Juan Rodríguez Aguilar o simplemente “Juanito”, recuerda con alegría y nostalgia esos episodios de su vida.
El padre Carlos Cordero, SDB, con sus historias y relatos sobre la Virgen María, fortaleció en Juan el cariño hacia los salesianos, pero sobre todo descubrió que tenía otra “mamá”. “Recuerdo que lloraba para ir al oratorio, quería estar con el padre Carlitos y escuchar sus historias sobre la Virgen María”. Con tan solo 7 años, aquel niño emocionado e ilusionado recorría cada rincón del oratorio para encontrar a María. Pero lo que no sabía era que la Virgen ya lo había encontrado a él.
“Nunca dejé de sentir que María estaba a mi lado”.
Con el pasar del tiempo y ante diversas circunstancias, la vida de Juanito cambió radicalmente. Alejado de su familia, en otro país, la soledad lo embargó, se sintió vulnerable y esa fue la causa de sus malas decisiones. “Cometí algunos excesos”, sostiene Juan.
Sin embargo, él nunca perdió su esencia, simplemente se encontraba adormecido, no se hallaba. Se levantó y recordó que no estaba solo, en realidad nunca lo estuvo “Mi respaldo y motivación fue el amor de Don Bosco y María Auxiliadora” En esos momentos de incertidumbre, tomaron vida aquellas grandes experiencias enriquecedoras al lado de los salesianos. Se le vinieron a la mente gratos recuerdos: su paso por la casa de acogida del Rímac, los relatos del P. Cordero, o cuando lloraba desconsoladamente porque quería ver el ensayo de la banda salesiana, pues llevaba desde pequeño la música en sus venas. “Conocí grandes personas que enrumbaron mi vida”
La música: su pasión
“Quiero llegar a los jóvenes a través de la música”. A su regreso al Perú, el sueño de niño empezó a germinar. Su entusiasmo y talento lo llevó a pertenecer a la orquestina de la Parroquia Don Bosco del Rímac. Pisar nuevamente el oratorio fue una bendición. Juan se reinventó. Hoy vive feliz, motivado y dichoso. También forma parte de la Unión de Bandas Salesianas.
Sus hijos le alegran la vida, hacen que sus días valgan la pena. Frecuenta su casa, el oratorio, y recuerda cada paso que dio, cada experiencia que vivió y cada sonrisa que dejó grabada. Sus hijos también visitan el oratorio, Juan les toma de la mano y les dice: “Amen a la virgen como yo la amo”
La vida no es una línea recta, esto está demostrado en el testimonio de Juan. La presencia de Don Bosco y María Auxiliadora hicieron que aquel joven desorientado regresé a su hogar para nunca más partir. “Agradezco de corazón a los salesianos porque gracias a ellos conocí a Don Bosco y María Auxiliadora”.