Martín Martínez está convencido que la alegría es el camino a la santidad y con el tiempo ha demostrado que la sonrisa y la escucha pueden transformar la vida de un joven.
Llegó al Oratorio Salesiano del Rímac siendo ya un adolescente, tenía 15 años. Fue un amigo del barrio quien lo invitó a ser parte de las vacaciones útiles que ofrecía el oratorio durante enero y febrero, sin saber que ese sería el salto a una gran aventura.
Con el tiempo, y conociendo más el carisma salesiano se unió a las tardes oratorianas junto a otros jóvenes. Siendo el canto, el teatro y la música sus pasatiempos preferidos.
“Fui parte del coro del oratorio y estuve en la orquesta “Sabor Oratoriano” formada por el padre Lalo. La música y el canto me enseñaron un estilo de vida de la Iglesia que no conocía y encontré en la alegría un camino a la santidad, como proponía Don Bosco”, comenta Martín.
Con los años encontró en los salesianos un lugar para sentirse amado y entendió que solo el trabajo humano puede cambiar vidas. La llama de la vocación comenzaba a encenderse en su corazón.
“Me preguntaba por qué no ser yo sacerdote viendo a tantas personas con más dificultades que yo, más jóvenes que necesitaban de Dios. En el Oratorio aprendí que vale la pena jugársela por los jóvenes”, dice Martín sonriendo. “La sociedad puede decir que los jóvenes están perdidos, pero si uno llega a conocer el corazón de ellos, si nos acercamos más, podremos darnos cuenta que sí pueden llegar a ser buenas personas”, afirma con seguridad.
Martín agradece las enseñanzas que recibió desde joven y está seguro que la Iglesia puede ser un lugar donde los chicos puedan ser escuchados y se den cuenta del significado de seguir a Cristo. “Me siento muy feliz de saber que el señor me llamó y yo he tratado de responder de la mejor manera”.
Al hablar del Oratorio, Martín deja ver ese amor y agradecimiento que siente por los años transcurridos en aquel patio que lo vio crecer. “Amo el Oratorio Don Bosco del Rímac porque es el lugar donde se marcaron mis ilusiones y mis sueños”.
Hoy Martín está pronto a ordenarse sacerdote Diocesano, pero confiesa que dentro de su formación siempre está presente su corazón salesiano. «Estoy seguro que se puede llegar al cielo a través de una alegría sana y eso me lo enseñaron los salesianos”.
Fotos: Martín Martinez