Es una figura que resalta por una fidelidad extraordinaria en los caminos inspirados por Dios, pero elaborados e incluso distorsionados por las contingencias humanas. Un salesiano misionero que vivió en Colombia durante 28 años, dedicándose a los leprosos de Agua de Dios. Transformó la tristeza del lazareto con la alegría salesiana, con la música, el teatro, el deporte, el estilo de vida del oratorio salesiano. Y, caso único en la historia de la Iglesia, fundó la primera comunidad religiosa formada por personas afectadas por la lepra o hijas de los enfermos de lepra. Fue «fundador» a partir de su realidad de «fundado» en la sumisión plena a la obediencia religiosa.
Murió sometido al «exilio» pesado que lo había alejado de la entrega total de su vida a los enfermos y a su Instituto, conjugando en sí mismo la obediencia religiosa más ilimitada con la fidelidad plena a la obra que el Señor le pidió, y la sumisión a las órdenes que le impuso su legítimo Superior y que parecían sacarlo de los caminos queridos por Dios.