Domingo, 3 abr (RV).- Benedicto XVI como cada domingo se ha reunido con los fieles congregados en la plaza de San Pedro para rezar juntos a la Madre de Dios la plegaria mariana del Ángelus y ha recordado que ayer conmemoramos el sexto aniversario de la muerte del venerable Juan Pablo II y que con motivo de su próxima beatificación, no había celebrado la tradicional Misa de sufragio por él, pero le recordó con afecto en la oración.
Y de nuevo, en su breve alocución, previa a la oración mariana Benedicto XVI ha reflexionado sobre los textos que la liturgia de este domingo denominado “Laetare”, la Iglesia nos propone.
El itinerario cuaresmal que estamos viviendo es un tiempo particular de gracia, durante el cual podemos experimentar el don de la benevolencia del Señor respecto a nosotros. La liturgia de este domingo, denominado, “Laetare”, invita a alegrarnos de nuevo, a gozar, como proclama la antífona de entrada de la celebración eucarística ¿Cual es la razón profunda de esta alegría? Nos lo dice el Evangelio de hoy, en el que Jesús cura a un hombre ciego de nacimiento. La pregunta que el Señor Jesús dirige al que estaba ciego constituye el culmen del relato: ¿Crees tú en el Hijo del hombre?
A este punto el Papa ha evidenciado como una persona sencilla y sincera, de manera gradual, sigue un camino de fe. En oposición a la fe del ciego curado, ha subrayado el Santo Padre, el endurecimiento del corazón de los fariseos que no quieren aceptar el milagro, porque rechazan acoger a Jesús como Mesías. La multitud, sin embargo, se detiene a discutir sobre lo ocurrido y permanece distante e indiferente. Los mismos padres del ciego permanecen vencidos por miedo al juicio que puedan hacer de ellos los demás. Ante esta realidad el Santo Padre se ha preguntado, ¿Y nosotros, que actitud asumimos ante Jesús?:
“También nosotros a causa del pecado de Adán nacemos “ciegos”, pero en la pila bautismal hemos sido iluminados por la gracia de Cristo. El pecado había herido a la humanidad destinándola a la oscuridad de la muerte, pero en Cristo resplandece la novedad de la vida y la meta a la que estamos llamados”. En Él, fortalecidos por el Espíritu Santo, recibimos la fuerza para vencer el mal y hacer el bien. En efecto la vida cristiana es una continua conformación a Cristo, imagen del hombre nuevo, para alcanzar la comunión plena con Dios”.
Benedicto XVI ha finalizado su alocución previa al rezo del Ángelus recordando que en el rito del Bautismo, la entrega del cirio, encendido del cirio pascual símbolo de Cristo Resucitado, es un signo que ayuda a acoger aquello acontece en el Sacramento. Cuando nuestra vida se deja iluminar por el misterio de cristo, experimenta la alegría de estar liberada de todo aquello que amenaza la total realización. En estos días que nos preparamos a la Pascua reforcemos en nosotros el don recibido en el Bautismo, como llama que a veces corre el riesgo de ser sofocada. Alimentémosla con la oración y la caridad hacia el prójimo. A la Virgen María, Madre de la Iglesia, encomendamos el camino cuaresmal, para todos podamos encontrar a Cristo, Salvador del mundo.
Y como hemos dicho, al concluir el rezo mariano, Benedicto XVI ha recordado el aniversario de la muerte de su venerable predecesor Juan Pablo II y su próxima beatificación.
Queridos hermanos y hermanas, ayer, rememoramos el sexto aniversario de la muerte de mi amado predecesor, el venerable Juan Pablo II. Con motivo de su próxima beatificación, no he celebrado la tradicional Misa de sufragio por él, pero lo he recordado con afecto en la oración, como pienso que habéis hecho todos vosotros. Mientras, a través del camino cuaresmal nos preparamos a la fiesta de la Pascua, nos acercamos también con alegría al día en el que podremos venerar como beato a este gran Pontífice y testigo de Cristo, y confiarnos todavía más a su intercesión.