En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “No creáis que he venido a abolir la Ley y los profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud. Os aseguro que antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la Ley. El que se salte uno solo de los preceptos menos importantes, y se lo enseñe así a los hombres será el menos importante en el reino de los cielos. Pero quien los cumpla y enseñe será grande en el reino de los cielos”.
Reflexión:
Hemos oído en muchos momentos de los evangelios cómo Jesús era duro y criticaba a los fariseos por ser tan exagerados en el cumplimiento de los mandamientos, por estar agregando e inventando nuevas normas.
Sin embargo hoy oímos a Jesús que alaba el cumplimiento de la ley de Dios, se alegra por los mandamientos. Es que los mandamientos son una bendición, es así. Los mandamientos no son un obstáculo, no son una carga pesada que reduce nuestra libertad. Los mandamientos de Dios más bien son un camino para ser plenamente humanos, para ser libres.
Tanto así que Jesús no ha venido a quitar los mandamientos y las normas. Todo lo contrario, ha venido a darles plenitud y es que en el fondo, el que busca cumplir los mandamientos es porque ama a Dios.
Tantas veces que hablamos del amor a Dios, pero no nos olvidemos que el amor a Dios es concreto, el amor a Dios se da en obras, el amor de corazón, meramente sentimental no basta. El amor no es solo un sentimiento lindo que anda flotando por ahí.
No nos olvidemos que el amor de verdad no es solo un amor cara a cara, tú me quieres y yo te quiero, sino que es al mismo tiempo un amor hombro a hombro, miramos juntos el mismo ideal, caminamos hacia el mismo lugar, hacia la misma meta.
Eso significa amar a alguien. Lo que me une contigo no es solamente el cariño, sino también la meta, la misma misión.
Jesús, te amo no sólo porque lo siento, sino porque estoy hombro a hombro, junto contigo en la misma batalla, quiero llegar a la misma meta que tú, quiero ser como tú. Quiero seguir tus caminos Señor, quiero cumplir tus mandamientos porque son el camino del amor auténtico.
Crezcamos entonces en el amor a Dios, cumplamos los mandamientos y en especial ese mandamiento, el que más te cuesta vivir, hay que vivirlo con particular generosidad porque quizás justamente ese es el mandamiento que más necesitamos.
Que los mandamientos, viviéndolos con generosidad sean camino para ensanchar el corazón y acercarnos más al Señor Jesús.
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Fuente: Aciprensa