VATICANO (ACI/EWTN Noticias).- En su discurso esta mañana a los Obispos de Francia que están en Roma en su visita ad limina, el Papa Benedicto XVI señaló que defender la vida y la familia «no es para nada retrógrado sino profético».
El Santo Padre resaltó «la interdependencia entre el desarrollo de la persona y el desarrollo de la sociedad misma y del hecho que la familia, que es el fundamento de la vida social, se ve amenazada en muchos lugares, por una concepción defectuosa de la naturaleza humana».
«Defender la vida y la familia en la sociedad, no es para nada retrógrado sino profético, ya que conlleva la promoción de valores que permitan el pleno desarrollo de la persona humana, creada a imagen y semejanza de Dios», afirmó.
Benedicto XVI explicó que en este campo «tenemos un verdadero desafío que afrontar» y recordó lo que ha escrito en la encíclica Sacramentum Caritatis:
«El bien que la Iglesia y toda la sociedad esperan del Matrimonio, y de la familia fundada en él, es demasiado grande como para no ocuparse a fondo de este ámbito pastoral específico. Matrimonio y familia son instituciones que deben ser promovidas y protegidas de cualquier equívoco posible sobre su auténtica verdad, porque el daño que se les hace provoca de hecho una herida a la convivencia humana como tal».
Las palabras del Papa tienen especial resonancia cuando en Francia el presidente François Hollande ha ofrecido legalizar las uniones homosexuales y cuyo debate se realiza actualmente. Esta medida ha recibido el rechazo de los Obispos que además promovieron, a nivel nacional, una gran jornada de oración por la vida y la familia el pasado 15 de agosto y que se han seguido manifestando a favor del auténtico matrimonio.
En su discurso a los prelados hoy, el Papa recordó que Francia «tiene una larga tradición espiritual y misionera, hasta el punto de que fue calificada por el Beato Juan Pablo II como ‘educadora de los pueblos’ Los desafíos de una sociedad ampliamente secularizada nos llaman ahora a buscar una respuesta con valor y optimismo, ofreciendo con audacia e inventiva la novedad permanente del Evangelio».
«Con esta perspectiva y para estimular a los fieles del mundo entero he convocado el Año de la fe (…) invitando a una conversión auténtica y renovada al Señor, único Salvador del mundo», señaló.
Benedicto XVI se refirió a los deberes del Obispo como Buen Pastor, con sus fieles y sacerdotes, exhortándoles a tener con estos últimos «una especial solicitud (…) en particular con los que han sido ordenados recientemente y los que son ancianos o están necesitados». El Papa elogió las iniciativas de los prelados franceses para ayudar espiritual, intelectual y materialmente a sus más estrechos colaboradores y recordó también la escasez de «obreros del Evangelio en nuestros días». «Por eso –dijo– es necesario rezar y hacer que se rece para esta intención, mientras os animo a seguir con gran atención la formación de los seminaristas».
«La solución de los problemas pastorales diocesanos que se presentan, no debe limitarse a cuestiones de organización, por muy importantes que sean, ya que existe el peligro de acentuar la búsqueda de la eficacia con una suerte de ‘burocratización de la pastoral», centrándose en las estructuras y los programas, que pueden pasar a ser (…) de uso exclusivo de los miembros de dichas estructuras».
El Santo Padre resaltó que «la evangelización exige, en cambio, partir del encuentro con el Señor en un diálogo establecido en la oración y, después, concentrarse en el testimonio, para ayudar a nuestros contemporáneos a volver a descubrir los signos de la presencia de Dios».
El Santo Padre agradeció la generosidad de los laicos llamados a participar en oficios y funciones de la Iglesia, advirtiendo al mismo tiempo que es necesario recordar, por una parte, que su misión específica es «la animación cristiana de las realidades temporales en las que actúan por su propia iniciativa y de forma independiente, a la luz de la fe y la enseñanza de la Iglesia».
«Por tanto, es necesario salvaguardar la diferencia entre el sacerdocio común de todos los fieles y el sacerdocio ministerial de los que están ordenados para servir a la comunidad; una diferencia que es no sólo de grado sino de naturaleza. Por otra parte hay que tener plena fidelidad al depósito de la fe enseñada por el Magisterio auténtico y profesada por la Iglesia entera».
Benedicto XVI habló sobre una de las patrona de Francia, Santa Juana de Arco, de quien este año se celebra el sexto centenario del nacimiento y señaló que «uno de los aspectos más originales de su santidad es precisamente el vínculo entre experiencia mística y misión política», exhortando a los obispos a proponerla como «modelo de santidad laica al servicio del bien común».
Otra de las tareas del Obispo es «defender la unidad de la Iglesia, toda entera, en la porción del Pueblo de Dios que le ha sido confiada, aunque en su seno se expresen legítimamente sensibilidades diferentes que merecen una igual solicitud pastoral».
En ese ámbito el Papa se refirió a las «expectativas específicas de las nuevas generaciones que requieren una adecuada catequesis para que encuentren su lugar en la comunidad de los creyentes» y recordó la presencia de tantos jóvenes franceses, acompañados por sus pastores en la Jornada Mundial de la Juventud de Madrid, un signo «del nuevo dinamismo de la fe que abre las puertas a la esperanza».
Para concluir el Papa manifestó su apoyo al programa Diaconía 2013, que insta a las comunidades diocesanas y locales, y a todos los creyentes a «colocar en el centro del dinamismo eclesial el servicio a los hermanos, sobre todo a los más frágiles».
«Que el servicio al hermano, enraizado en el amor de Dios suscite en todos vuestros fieles la voluntad de contribuir, cada uno en medida de sus fuerzas, a hacer de la humanidad en Cristo, una única familia, fraternal y solidaria», finalizó.