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Congregación Salesiana del Perú
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El viaje del inspector: 100 años de la partida del Perú del beato José Calasanz (1924)

El 11 de abril de 1924, un día como hoy hace 100 años, partió definitivamente rumbo a Europa el padre José Calasanz, por entonces aún Inspector de los Salesianos del Perú y Bolivia. Esperaba gestionar ante los superiores el envío de más personal religioso a nuestro país. Allá, en cambio, recibió el encargo de asumir la Inspectoría Tarraconense, en España, donde moriría martirizado en 1936. Hoy se le venera como beato. A exactamente un siglo de la conclusión de su servicio en nuestro país, recordamos su paso entre nosotros.

David Franco Córdova

Historiador de la Congregación Salesiana del Perú

El beato José Calasanz (Azanuy, 1872 – Valencia, 1936) fue el cuarto superior provincial de la Inspectoría Salesiana Santa Rosa de Lima y el primero de nacionalidad española en ejercer esta labor (el segundo fue monseñor José Ramón Gurruchaga, décimo cuarto inspector). Tiene el mérito de ser el único superior provincial en el Perú, en la historia de todas las órdenes y congregaciones tanto masculinas como femeninas existentes en nuestro país, en estar en los altares. Su gestión se enmarcó en el gobierno de Don Felipe Rinaldi (III Sucesor de Don Bosco, 1922-1931) como Rector Mayor de los Salesianos.

Su primer contacto con el Perú

El padre Calasanz se encontraba como misionero en Cuba cuando fue enviado por el Rector Mayor Don Felipe Rinaldi de visita al Perú. Se encargaría de predicar los ejercicios espirituales pero, principalmente, actuaría como observador de la situación interna de la inspectoría.

Llegó a Lima el 28 de enero de 1922. Por entonces el padre inspector Luis Héctor Sallaberry se encontraba en Italia y había quedado interinamente al frente de la Inspectoría Peruano-Boliviana el recién preconizado monseñor Octavio Ortiz Arrieta, quien lo recibió y puso al tanto de la situación. Después de tres meses de contacto inicial, Calasanz dejó Lima el 20 de abril de 1922. Tras pasar por Piura, retornó a Cuba.

Lo que Calasanz y el resto de salesianos peruanos desconocían es que algunos meses después, en Cuba, recibiría el nombramiento como nuevo superior de la Inspectoría Santa Rosa de Lima. La nómina lleva como fecha el 15 de enero de 1923. Aún sorprendido por la designación, el 10 de marzo escribió desde La Habana al padre Juan Barile, director de la casa salesiana de Arequipa:

“No necesito decirle la confusión que me ha llenado esta determinación de los superiores. Ante mi inutilidad, que soy el primero en reconocer, me da algún aliento el pensamiento de que en la voluntad de nuestros amadísimos superiores he visto y hemos de ver siempre la de Dios”.

Inspector del Perú y Bolivia

El padre Calasanz llegó por segunda vez al Perú, ahora como nuevo inspector, el 4 de mayo de 1923 con cincuenta años de edad. Encontró una inspectoría cuyo principal problema era la falta de personal y la precariedad de su noviciado, ubicado en Arequipa. Este fue el motivo por el que permaneció en el Perú sólo hasta el 11 de abril de 1924, en que se embarcó rumbo a Italia para gestionar ante los superiores más personal para nuestra inspectoría. Si bien mantuvo contacto epistolar hasta la llegada de su sucesor, el padre Luis Pedemonte, no volvió al Perú ni a ningún otro país de nuestro continente.

De su breve gestión, la de menor duración en toda la historia de nuestra Inspectoría, la memoria histórica local recuerda principalmente su rol de “primer párroco” de Magdalena del Mar, cargo que efectivamente recibió el 17 de mayo de 1923, a menos de dos semanas después de su arribo al país. Si bien el nombramiento fue oficial, en la práctica quien ejerció dicho rol fue el padre Fortunato Chirichigno, entonces salesiano de la casa de Breña, ya que las responsabilidades propias del cargo de inspector de todas las casas salesianas del Perú y Bolivia hacían absolutamente imposible que él pudiera atender directamente las demandas de un frente parroquial.

El nombre del padre Calasanz también está vinculado a los inicios del Colegio Salesiano Santa Rosa de Huancayo (1923) y la fundación de la Granja Escuela de Yucay (1924), además de la consagración del altar mayor de la Cripta de la Basílica de María Auxiliadora de Lima, que él estrenó en el día de su onomástico (19 de marzo de 1924). Mantuvo especial interés en la casa de Arequipa, dirigida por su amigo, el padre Mauricio Arato, con quien mantuvo una intensa comunicación epistolar, reseñada por el padre Eugenio Pennati con ocasión de la beatificación del padre Calasanz. Son cuarenta cartas que constituyen la principal fuente para conocer sus años de gestión, ante la sorprendente ausencia de registros de aquel periodo en las actas del Consejo Inspectorial.

Por una de sus cartas, sabemos que para agosto de 1924 sus gestiones de personal para el Perú habían sido intensas y complicadas, aunque prometedoras: “Creo que no he perdido tiempo, pues los superiores me han prometido ya cinco sacerdotes, tres acólitos y algún aspirante. Confío que no se vuelvan atrás. Lo que no he podido conseguir de ningún modo son coadjutores para los talleres: no los hay y por tanto es por demás pensar en ello y bien claro que me lo dicen los Superiores”.

Su martirio como Inspector de la provincia tarraconense

En 1925, el padre Calasanz fue nombrado por el Rector Mayor como superior de su inspectoría de origen, la Tarraconense, que comprendía Cataluña, Aragón, Valencia y Baleares. Ejercía como tal cuando estalló la Guerra Civil Española. Se encontraba en Valencia realizando los ejercicios espirituales con setenta salesianos de su inspectoría, cuando la casa fue asaltada por milicianos. Tras algunos días de cárcel y ser liberado, fue nuevamente detenido y subido a un camión donde fue asesinado el 27 de julio de 1936.

La noticia se conoció en el Perú algunas semanas después. Los salesianos de Lima la comunicaron lacónicamente en la edición de “El Pan del Alma” del 13 de setiembre de 1936: “Entre las tristes noticias que han llegado de España está la muerte del M. R. P. Calasanz que fue inspector de estas casas salesianas del Perú y Bolivia. Fue víctima de la ferocidad comunista en Valencia, donde se hallaba temporalmente. Un mártir más en el cielo”.

Fue beatificado junto a sus compañeros mártires por el papa Juan Pablo II el 12 de marzo de 2001.

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