ANS.- Da mihi animas, cetera tolle. Este es la máxima que impresionó a Domingo Savio cuando entró en la oficina de Don Bosco y la trasladó a un comentario que fue famoso: «He veo que aquí no se trata de un negocio de dinero, sino de las almas. Me di cuenta: espero que mi alma también sea parte de este comercio». Por lo tanto, estaba claro que Don Bosco no solo ofrecía educación y vivienda, sino sobre todo una oportunidad para el crecimiento espiritual.
Su deseo de ser santo y el deseo de ser sacerdote lo concretó con algunos amigos del Oratorio, entre ellos Miguel Rúa y Giovanni Massaglia, fundando la Compañía de la Inmaculada Concepción, de la cual florecerá la primera generación de salesianos.