(ANS – Río de Janeiro)– La Jornada Mundial de la Juventud en Río de Janeiro ha terminado. ¿Qué queda? Don Fabio Attard, Consejero para la Pastoral Juvenil, releyó los discursos y la visita del Papa Francisco evidenciando algunos aspectos.
En estos días en Rio vimos y vivimos una experiencia fuerte y profunda. Papa Francisco tenía dos prioridades: fortalecer la fe de los jóvenes en la persona de Jesús; y despertar las conciencias de los que tienen la responsabilidad del bien común en sus diversas formas, social, político, educativo y ético.
Fortalecer la fe de los jóvenes
En todos los discursos a los jóvenes, Papa Francisco intentó primero tener acceso a su corazón, pidiendo con gentileza establecer un diálogo. El Papa intentó no predicar a los jóvenes, sino encontrarlos con palabras y gestos simples, con un corazón abierto, con una relación auténticamente humana.
Papa Francisco pidió a los jóvenes escuchar la voz de Jesús en sus corazones. Los invitó a entrar en el santuario de su corazón y escuchar el silencio que contiene el mensaje de Jesús. El Papa no tuvo miedo de pedir a los jóvenes el dar este paso; lo que les pidió a los jóvenes es que sientan lo que él mismo vive. A los jóvenes, el Papa pidió lo que les pertenece como creyente y como pastor.
Papa Francisco, por último, invitó a los jóvenes a hacer «lío», una palabra poco correcta políticamente, pero justa. A los jóvenes les pidió no ser sumisos a la cultura de los residuos, de la eutanasia. Los invitó a ser protagonistas, a saber decir ‘sí’ a la propuesta del Evangelio, sin miedo, con la cabeza bien alta. Ser discípulos no es un llamada al intimismo, sino una manera de superar los modelos rígidos, acomodados e intimistas de la fe. En la misa de clausura de Copacabana les dijo: «Vayan sin miedo, a servir».
El despertar de las conciencias
Debemos estudiar cuidadosamente y con calma dos discursos: uno dado a la clase dirigente brasileña y el definitivo, «un discurso no formal», a los obispos de Brasil que contiene un mapa de navegación, lleno de reflexiones y propuestas extraídas del documento de Aperecida.
La línea seguida por el Papa en los dos discursos, a pesar de la diversidad del auditorio, es muy similar. Papa Francisco pidió descubrir la verdadera llamada del servicio. A los primeros propuso dejarse conducir por una visión éticaalimentada por el respeto del hombre, de su vida, de sus derechos, de sus legítimas expectativas de un presente más digno; a los obispos pidió descubrir la verdadera vocación de servicio, para revivir un corazón que está continuamente en una actitud deconversión pastoral. Una conversión que hace cambiar de rumbo; de una iglesia fría y rígida, a una Iglesia que se nutre y se deja nutrir; de una iglesia cerrada, a una iglesia que sea casa; de una Iglesia indiferente, a una Iglesia que sabe caminar con los que sufren, que escucha su clamor y se pone a servirlos.
Una reflexión personal: en Papa Francisco no hemos escuchado palabras sobre la fe, pero hemos visto la belleza de la fe en Jesús. Hemos visto gestos de caridad, de cercanía, de esperanza. Gestos que eran «homilías» continuas que han tocado los corazones de todos. El ministerio del Papa en Rio era un ministerio del gesto que se hizo palabra; hablaba a todos, y todos lo entendíamos, y muy bien. Gestos que nos hacen reflexionar mucho, ¡tal vez incluso, nos han puesto en crisis!
El lenguaje del Papa Francisco es el testimonio.Su mensaje es el gesto simple y auténtico y por tanto convincente. No tiene nada de formal o artificial. Los jóvenes – que son observadores finos y sensibles a los gestos de fachada y a las palabras banales – han visto en las del Papa Francisco expresiones de profunda caridad, de total libertad, de completa donación de sí mismo. Cuando saludó a los chicos en el escenario, en frente a los millones que tenía, por un momento desaparecieron; decía a quienes tenía delante que se sentía escuchado, bienvenido, una persona a la que daban toda su atención, su sonrisa, su bendición y, luego, también su palabra.
El lenguaje de la cotidianidad constituye la teología del Papa Francisco. Los ejemplos tomados de la vida cotidiana esconden, en pequeñas píldoras, una sabiduría pedagógica que sabe entregar de forma directa, inmediata y permanente un mensaje fuerte; de hecho Jesús enseñó utilizando las parábolas. Para los jóvenes, después de escuchar a Papa Francisco, permanece la imagen de un amigo peregrino, que comparte con ellos lo que él es. No solo lo entienden rápidamente, sino que son impactados por lo que dice. No sienten arrogancia o prepotencia. No se sienten invadidos en su espacio personal e individual; por el contrario, quieren que se quede allí, a su lado.
Papa Francisco sigue el camino del Beato Juan Pablo II y del Papa Benedicto XVI. La experiencia de Río tiene todos los ingredientes de la vida y la misión evangélica: llamada de Dios(contemplación, es decir, estar con Jesús), y misión (mandato misionero). Los jóvenes que participaron de la experiencia de la JMJ, (y no solo ellos) tienen el reto de ser honestamente abiertos a la llamada que Dios tiene para cada una y cada uno de ellos, a su proyecto de vida. De esto depende su presente y su futuro. Un proyecto que debe ser descubierto y madurado en el silencio de la relación mística con Jesús. Y de este camino, de este proyecto no hay por que avergonzarse, no hay necesidad de tener miedo, ya que es el camino del servicio, y la propuesta de Jesús para ellos de un amor que se multiplica en el compartir.
Es interesante señalar, finalmente, que en los discursos del Papa Francisco en la JMJ de Río de Janeiro las palabras más frecuentes fueron Iglesia, jóvenes, amor, vida, hoy, mundo. Son un grupo de palabras que pueden resumir la experiencia de la JMJ: ¡la Iglesia a través de los jóvenes muestra al mundo de hoy la verdadera vida – el amor de Cristo!