En aquel tiempo, la gente se apiñaba alrededor de Jesús, y él se puso a decirles: “Esta generación es una generación perversa. Pide un signo, pero no se le dará más signo que el signo de Jonás. Como Jonás fue un signo para los habitantes de Nínive, lo mismo será el Hijo del hombre para esta generación. Cuando sean juzgados los hombres de esta generación, la reina del Sur se levantará y hará que los condenen; porque ella vino desde los confines de la tierra para escuchar la sabiduría de Salomón, y aquí hay uno que es más que Salomón. Cuando sea juzgada esta generación, los hombres de Nínive se alzarán y harán que los condenen; porque ellos se convirtieron con la predicación de Jonás, y aquí hay uno que es más que Jonás.
Reflexión:
Hoy el Señor llama a los judíos de su época, a la gente religiosa de su época, generación perversa, pervertida, malvada. Les dice perversos porque han endurecido el corazón a Dios, porque se han desviado del camino.
Eso significa pervertir, significa desviar del camino recto, desorientar y llevar a la perdición. Por eso cuando le cerramos el corazón a Dios, nos pervertimos porque nos desviamos y también empezamos a desviar a los demás con nuestro mal testimonio.
Porque cuando sacamos a Dios del centro de nuestras vidas, vamos cayendo en un espiral, donde el centro nos convertimos nosotros mismos. Nos vamos volviendo egocéntricos y le cerramos el corazón a los hermanos. Por eso el Señor nos llama hoy a la conversión.
Así como Jonás fue el signo para la conversión de esa ciudad perversa que era Nínive, a nosotros se nos ha enviado una señal mucho más grande de la cual Jonás solamente era figura. Se nos ha enviado a Cristo, Cristo que se ha hecho hombre para que cambiemos nuestro corazón cerrado.
Esa es la invitación en esta cuaresma, que cada día miremos más a Jesús porque el arrepentimiento, la conversión diaria a la que estamos invitados que no brote solamente por ver nuestros pecados, por ver nuestras faltas y decir ya no las quiero cometer nunca más.
Eso está muy bien, pero quizás podamos dar un paso más. Que nuestro deseo de conversión brote sobre todo por la esperanza de alcanzar un bien, que es Jesucristo. No corramos esta carrera con los ojos fijos en el obstáculo, no tengamos esa visión corta, pequeña.
Corramos mejor esta carrera mirando a la meta que es Jesucristo, el gozo de encontrarnos con él y poder compartirlo con los demás. El Papa Francisco denunciaba esto con una figura muy clara, él decía que no busquemos la santidad de lavandería. Esa santidad que se preocupa solamente en ser perfectitos, el perfeccionismo.
Como si convertirme significara ya no me puedo equivocar nunca más. Como si consistiera simplemente en tener mi sábana limpia, de lavandería, impecable. De qué nos serviría eso si no tenemos el celo por anunciar a Jesús, por perdonar, por llevar su misericordia y su esperanza a los demás.
¿De qué nos sirve tanto perfeccionismo? Que sea lo importante estar cada día más cerca del Señor, que Él sea el centro de nuestra vida en esta Cuaresma.
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Fuente: Aciprensa